lunes, 24 de marzo de 2014

Soy rebelde porque el mundo me ha hecho así

A veces o te tomas las cosas con humor, o te tiras por la ventana.

Por si algún día mi hijo lee este blog: cariño te quiero mucho, eres lo mejor que me ha pasado y me haces muy feliz, pero si no tuvieras 3 años diría que tienes 15 y un pavo hasta el techo.

¿Cuántas veces puedes decir “no” a lo largo de un día? ¿Y cuántas veces se puede tirar un trozo de pan, o una servilleta desde la trona hasta que pierde la gracia?

Supongo que sólo nos queda la terapia de choque. Me refiero a liberarnos de nuestro miedo a crear un pequeño monstruo que de mayor será un egoísta maltratador y prepotente y dejar de regañarle tanto. Y seguir cultivando la paciencia, claro.

Ahora ya nos mira con cara de bichejo malvado antes de hacer la travesura que toque en esos 5 minutos. Y se ríe. A carcajadas. Por lo menos se lo pasa bien, la verdad es que es un alivio. ¡La reafirmación en uno mismo nunca fue tan divertida!

Aunque también se pasa largos ratos enfadado. Anoche me miró con una cara de desprecio que ni yo en mis mejores momentos. De camino a la ducha, derrotado (en el momento ducha siempre ganamos, la higiene diaria es poderosa), se me ocurrió tocarle al pasar él por delante de mí, todo serio y digno. Creo que le rozé ligeramente un brazo como diciendo “muy bien cariño” y esbocé una media sonrisa. Inmediatamente saltó y gritó: ¡que no me toques! Puso su mejor cara de enfado, retrocedió hasta el sofá y empezó de nuevo a caminar mientras me miraba sin cesar, furibundo. Esta vez NO le toqué, ¡jamás se me hubiera ocurrido volver a hacerlo!

Yo sinceramente pienso que debe estar ya super reafirmado, pero parece que no, porque vamos de mal en peor. No contesta a nuestras preguntas, nos mira con suficiencia, berrinches cada dos por tres, sigue pegando a Nora (aunque también la habla y hace más caso ahora), gritos, retos constantes, todo es no, todo es una lucha...

Su padre decía el otro día que ójala de mayor se dedicara al activismo, que le iba a ir muy bien. Por mí que sea un antisistema, estaré bien orgullosa de eso, pero... ¡¡que acepte de una vez lo de lavarse los dientes, por favor, que cualquier día los vecinos llaman a la policía!!

martes, 18 de marzo de 2014

Las relaciones con los demás



Mi hijo Leo siempre ha sido tímido, un poco miedoso, serio y muy muy apegado a mamá y papá (sobretodo a mamá). Ha ido cumpliendo los hitos básicos que se esperan de un bebé: fijar la mirada, señalar, decir hola y adiós con la mano, gatear, andar... No ha sido especialmente precoz en nada: anduvo casi a los 15 meses, a los dos años llegó con un repertorio de unas 10-15 palabras más algunos signos y sus únicas frases (de 2 palabras, por supuesto) eran "papá, sí" o "no, mamá".

Poco antes de los dos años consultamos con la pediatra porque no hablaba nada. Pero empezó a hacerlo sobre los 22 meses y a partir de ahí bien. A esa edad empezó a tener también grandes rabietas. 

Nunca ha sido un bebé que se interesara por otros bebés o niños. En el parque los ignoraba, y siempre quería jugar con nosotros. En principio nada fuera de lo normal, aunque nosotros veíamos que otros niños de su edad sí interactuaban entre ellos y Leo en cambio se escondía en nuestras piernas.

Así llegamos a los dos años y medio. Leo cada vez era más "payaso", más sonriente, se reía a carcajadas y ponía cara de pillo. Yo veía como que disfrutaba más de la vida... No es que antes no lo hiciera, pero esa primavera hubo un salto en la forma de demostrar sus emociones. Además, empezó (sólo empezó) a mostrar algo de interés (sólo algo) por los otros niños. También a abrirse un poco más a los adultos. Los juegos tenían que estar siempre dirigidos por nosotros, sus padres. Siempre teníamos que sugerirle que jugara con su amiguita, o empezar un juego con él y otro niño. De cuaquier forma no duraban mucho. Quizá la excepción sea una amiga que tiene con la que coincidía mucho en el parque por las mañanas, su madre y yo somos amigas y nos veíamos muy a menudo. Con ella Leo era muy natural, se le veía relajado y divirtiéndose, aunque también en esas ocasiones yo le tenía que animar un poco a jugar con ella, y a veces tardaba un rato. 

Después empezó el cole, a los 2 años y 10 meses. Él tenía ganas de ir, supongo que porque ahí estaba el germen ya de querer relacionarse y porque le habíamos hablado muy bien de él. Le costó mucho abrirse en clase, lloraba y me llamaba, y no dejaba que su profesora le consolara. Ahora está más contento y participa y juega en clase, pero como mucho al lado de un amiguito o dos; las multitudes no le gustan. En el patio se queda sentado en el porche él solo, y rara vez juega con alguien.

Habla muy bien de los niños de su clase, son sus amigos, todos, como él dice, pero no quiere jugar con ellos en el parque por la tarde. Se juntan muchos a la vez y Leo no sabe cómo seguirles, van a otro ritmo... De hecho ya casi nunca quiere ir a ese parque; antes le encantaba. Alguna vez que se ha lanzado a jugar se lo ha pasado bien, pero no sabe resolver conflictos, le faltan recursos y no toma la iniciativa. Yo veo a niñas y niños de su clase jugar con muchísima imaginación, inventándose historias, haciendo mini juegos de roles todo el rato, llamándose unos a otros con total naturalidad, a gritos... Y Leo para llamar a un amiguito que tenga al lado tiene que mirarme primero a mí, decirlo en voz baja, o decirme a mí lo que le quiere decir... Si empieza a jugar, se lo pasa muy bien, pero al mínimo conflicto o dificultad... Se aparta. 

Yo no quiero forzarle, quiero dejar que sea como es, pero quiero también darle los recursos y las herramientas sociales para que pueda relacionarse con los demás. Ahora estamos con lo de saludar al llegar y decir adiós al irse. Casi nunca lo hace y no sé hasta que punto es normal en niños de su edad. Voy viendo avaces pero muy poco a poco. Sé que es su ritmo pero no puedo evitar preocuparme. La empatía es otra cosa que me aterra que no sea capaz de desarrollar correctamente. 

Le veo muy "bebé" aún en sus relaciones con otros niños. ¡Y eso teniendo en cuenta que hay bebés de año y medio que interactúan con sus iguales más que él! En casa tampoco juega apenas si no es con nosotros, aunque aquí sí está habiendo avances muy evidentes. En los últimos meses ha mejorado mucho.

La gestión de las emociones no la controla para nada. La ira, el enfado, los nervios... Incluso si se lo está pasando muy bien jugando (sobretodo si está con gente desconocida o poco habitual), a veces se sobreexcita y tenemos que acabar de bronca porque empieza a tirarse por ahí, a saltar encima de ti haciéndote daño... y no obedece a nada, entra como en bucle. ¡Son puros nervios mezclados con vergüenza!

Y así estamos. Hemos hablado con la profe y de momento ella no ve nada preocupante, aunque es consciente de todo esto. Y también lo comentamos con una psicóloga, a la que acudimos porque Leo ha empezado con terrores nocturnos (que pueden estar relacionados con estrés, cosa que nos cuadra bastante). De estos terrores hablaré en otro post.

No sé si me ha quedado un cuadro muy pesimista, pero realmente está habiendo avances y queremos creer que todo entra dentro de la normalidad, que poco a poco irá cogiendo soltura, que sólo tiene 3 años y que entre los 4 y los 5 años todo esto será muy distinto. Mi hijo es un niño feliz y alegre y eso es lo más importante. Yo quisiera ir escribiendo en el blog cómo va relacionándose con los demás, dejando escritas algunas anécdotas para poder tener una visión más completa y desde fuera. A ver si lo consigo.

Muy muy feliz maternidad. 

lunes, 10 de marzo de 2014

Porteando

Por un hilo en el foro de Red Canguro me hice un collage de todos los portabebés que tengo o he tenido. Algunos los he vendido ya. También hay un par que no aparecen porque realmente nunca los usé, o los usé muy poquito antes de venderlos de nuevo (un tonga y una Ergo). Si me da por ahí, aprovecharé mis momentos más frikis para presentároslos uno a uno.

Aquí os lo dejo. ¡Que tengáis una buena semana!



sábado, 8 de marzo de 2014

Día internacional de la mujer 2014: Igualdad para las mujeres, progreso para todos y todas

Éste es el mensaje del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, sobre el 8 de marzo de este año.

En este Día Internacional de la Mujer resaltamos la importancia de alcanzar la igualdad de las mujeres y las niñas, no simplemente por tratarse de una cuestión de justicia y derechos humanos fundamentales, sino porque de ese logro depende el progreso en muchas otras esferas.
Los países en los que hay más igualdad de género experimentan un mayor crecimiento económico. Las empresas que cuentan con más líderes mujeres logran mejores rendimientos. Los acuerdos de paz que incluyen a las mujeres son más duraderos. Los parlamentos en los que hay más mujeres aprueban más leyes sobre cuestiones sociales clave como la salud, la educación, la lucha contra la discriminación y la manutención de los niños.
Las pruebas no dejan lugar a dudas: la igualdad de la mujer supone progresos para todos. 
Esta verdad sencilla debe ser un elemento central de nuestra labor para acelerar el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio antes de que venza el plazo el próximo año y elaborar la agenda para después de 2015.
Se han conseguido logros importantes en el acceso de las niñas a la educación primaria y en la representación política de las mujeres. Pero los progresos realizados siguen siendo demasiado lentos y desiguales.
Una niña que nazca hoy seguirá enfrentando desigualdad y discriminación, sin importar el lugar del mundo donde viva su madre. Tenemos la obligación común de asegurar que pueda ejercer su derecho a vivir libre de la violencia que afecta a una de cada tres mujeres en todo el mundo; a recibir igual remuneración por trabajo igual; a no sufrir una discriminación que le impida participar en la economía; a opinar, en pie de igualdad, sobre las decisiones que afectan su vida; y a decidir si tendrá hijos o no y cuántos tendrá y en qué momento.
Envío un mensaje a cada niña que nazca hoy, y a cada mujer y niña del planeta: el ejercicio de los derechos humanos y la igualdad no es un sueño, es un deber de los gobiernos, de las Naciones Unidas y de todos los seres humanos.
Envío también un mensaje a los hombres y los niños, mis congéneres: cumplan su función. Todos nos beneficiamos cuando las mujeres y las niñas —nuestras madres, hermanas, amigas y colegas— llegan a realizar todo su potencial.
Trabajemos juntos en pro de los derechos, el empoderamiento y la igualdad de las mujeres, a la par que nos esforzamos por erradicar la pobreza y promover el desarrollo sostenible.¡La igualdad de las mujeres supone el progreso de todos!

La igualdad entre hombres y mujeres para mí supone también el reconocimiento de los cuidados: a los hijos, a los ancianos, a los que necesitan cuidados especiales, a todos, porque todos y todas necesitamos que nos cuiden, y todos y todas tenemos que cuidar. Y en este mundo de mierda parece que si te cuidan eres inferior, si necesitas otro ser humano a tu lado, si dependes de alguien, eres un coñazo. Aunque tengas 2 años. Ah, y cuidar es un rollo también, aunque sea a tu propio hijo. Porque mola más ser “independiente” y viajar mucho y no tener que dar explicaciones a nadie y no dejar que un enano dirija tu vida.

Así que yo reivindico los cuidados, porque somos seres humanos, porque no podemos seguir negando nuestra esencia, porque prefiero el amor al dinero.

Y hoy me apetece también decir que mientras otras personas sigan ordenando qué tenemos que hacer con nuestro propio cuerpo, y cómo, y cuándo, sin importar lo que nosotras queremos, seguiremos estando muy lejos de esa igualdad. Porque seguiremos siendo meros envases sin capacidad de decidir. 




miércoles, 5 de marzo de 2014

El nacimiento de Leo (y III)

...Llevaba unas tres horas de expulsivo y estaba cansada, desanimada... y Sonia entró y me dijo que se acababa, que entraba la ginecóloga. Y entró, junto con otro ginecólogo y dos o tres personas más (enfermeras? pediatra?). Sacaron las patas ésas del potro, me tumbaron (con la espalda en vertical casi, al menos), enchufaron un foco hacia mi vagina, cuánta luz... Y me pusieron algo en el gotero. Pensé que era oxitocina, aunque no sentí ningún cambio en mis contracciones, así que quizá fuera suero. Y entonces la gine sacó la ventosa, yo no quise mirar, O. me la describió después. Por lo visto era muy pequeña, aunque yo la sentía gigante dentro de mí. Me abrieron tanto las piernas, y sentí mi vagina tan abierta también, que pensé que me rompía. Me dolió, pero era como si estuviera un poco insensibilizada. Y entonces me dijeron que empujara. Y empecé a empujar. Y todos me decían: ¡¡muy bien, venga ánimo, muy bien!!

De repente el ginecólogo que se había puesto a mi izquierda me dijo que no tenía que empujar así, que lo estaba haciendo mal y que tenía que agarrarme al arco del potro por sus extremos, no por arriba, que si no no hacía fuerza bien. Me sonó muy estúpido, pero yo estaba en modo “niña buena”, quería que todo terminara sin más complicaciones, así que le hice caso. Alargué los brazos y me agarré dejándolos casi en cruz. Una mierda, así no podía empujar. Cambié a la posición anterior. Y le oí decir: nonononono, mal, mal... Y mientras yo empujaba, en medio de la contracción, añadió: déjalo, que no empujes, ya no sirve para nada lo que haces, muy mal! Increíble, aún hoy no puedo entender cómo ese imbécil pudo decirme eso en medio de un pujo, en un parto con ventosa, después de 3 horas de expulsivo. Quise insultarle, gritarle, pero una vez más mi vocecilla del subconsciente apareció para decirme que tenía cosas más importantes de las que ocuparme. Por cierto, el resto de los que estaban allí seguía animándome y es más, decían que empujaba muy bien. Alucinante.

Le dije a la gine que por favor no me cortara si no era necesario. Me dijo que lo intentaría pero que si tenía que hacerlo lo haría. Me sonó un poco a “sisisí, tú a lo tuyo y yo a lo mío”. Me cortó, 4 puntos de episiotomía. Sentí cómo me rajaba perfectamente. Físicamente no dolió, era como si tuviera anestesia. Pero me sentí derrotada, fracasada. Al final no me había librado. Bueno, ya lo pensarás luego R., ahora a empujar.

¡¡Joder lo que costó que saliera!! Yo pensaba que lo de la ventosa era un pispás, pero se me hizo eterno. O. me contó que la doctora tiraba con todas sus fuerzas!! La palabra cesárea pasó por mi mente... Será posible que esto acabe así?? No puede ser!!

De repente todo el mundo empezó a decir: venga que ya sale, venga R., venga empuja, ahora, ahora!!!! Noté que era diferente a las otras veces, que esta vez sí era la definitiva. El tono de voz de O. me lo dijo, estaba viendo a Leo!!! Empujé con toooodas mis fuerzas; pensé: voy a romperme pero ya qué más da, a la mieeeerdaaaaa!!!!!

Y Leo salió. Eran las 19:33 h.

Es curioso pero lo recuerdo todo como difuminado, como si estuviera tan drogada que no pudiera percibir bien las cosas. Estaba como en shock. Me acercaron a mi hijo, lo cogí y dije: no cortéis el cordón todavía! Sonia me dijo: ya lo han cortado. Ah, pensé. Otro fracaso más.

Pero ahí estaba él, en mi pecho, en mis brazos. Recuerdo que pensé: ¡qué grande! (no tanto, 3,300 kg. y 50 cm., pero yo lo vi así). Estaba blandito y calentito... O. se puso a mi lado y empezamos a llamarle: Leo, hola Leo, hola cariño... Yo sólo quería que me mirara a mí, oí a su padre llamarle y pensé: no, no le llames tú, estamos él y yo, es mi momento... (un poco egoista, sí, lo reconozco, pero tengo excusa, le acababa de parir). Me miró, me miraba... Y yo era feliz. La pediatra le auscultó y se lo llevaron un momento a la cuna a aspirarle, creo (echó el meconio antes de salir de mí), a ponerle la vitamina K, el colirio... Le dije a O.: ¡ve con él, no le pierdas de vista! Luego él no me supo decir qué le habían hecho. Supongo que estaba también en estado de shock.

Me lo devolvieron enseguida y entonces la pediatra me dio la noticia: oía un ruido en el bebé y se lo iba a tener que llevar a neonatos a observarle. -Es necesario? -Claro. Os doy unos minutos más y vuelvo para auscultarle de nuevo.

Se hizo muy corto... Volvió, le auscultó... y se lo llevó. Y aquí empezó una separación de casi 24 horas. Pero eso, como dicen por ahí, es otra historia, y la contaré en otra ocasión. Aunque en realidad forma parte de la misma y siempre será así.

El nacimiento de Leo fue hermoso, fue calmado, fue pausado y rítmico, fue poderoso y grande. Fue de color gris, gris tormenta, gris cálido, gris desnudo e íntimo. Quién sabe cómo hubiera terminado de haberlo vivido en otro hospital, en otro lugar... Quizá mejor, quizá sin ventosa ni episiotomía... Quizá sin separación... o sin esa separación. Lo que sé es que tuve la inmensa suerte de encontrarme con una matrona que me trató como lo que yo era en aquel momento: una mujer empoderada, válida y valiente, segura de sí misma y con ganas de experimentar una de las mejores cosas que puede experimentar una mujer. Y tuve la inmensa suerte de poder llenarme de ese maravilloso cóctel de hormonas que me hizo parir sin dolor y con placer, y tuve la inmensa suerte de mirar a mi hijo a los ojos antes de que me lo quitaran y enamorarme de él en ese mismo instante.


martes, 4 de marzo de 2014

El nacimiento de Leo (II)

...Y allí estaba yo, medio a oscuras, aguantando las contracciones... no sé durante cuánto tiempo. La matrona iba y venía (después supe que estaban hasta arriba de partos). A mí me dolían los riñones, y ella le trajo a O. un cojín de semillas caliente para que me masajeara. Yo no podía hablar así que le hacía señas cuando quería que me lo pusiera. También le hacía señas cuando quería que se alejara. A ratos no soportaba que me tocara. Estaba muy concentrada y muy ida a la vez, creo que tenía los ojos cerrados casi todo el rato, miraba hacia dentro de mí, sentía, pensaba en lo que me estaba sucediendo...

También sonreía. ¡¡Me veía ahí, desnuda, pariendo!!... y sonreía.

Las rodillas dolían. Llevaba mucho tiempo a cuatro patas en la cama, y no terminaba de estar cómoda. Me bajé al suelo, pero tampoco. Pedí que bajaran la altura de cama. Estaba cansada, pero sólo porque me dolían las rodillas; necesitaba apoyarlas, pero me dolían! Pensé en sentarme un poco, pero no soportaba apoyar el culo...

O. masajeaba, yo le hacía gestos bruscos y le hablaba con órdenes y gruñidos:

-Camisón!! -Qué? -Camisón!!! (probablemente la primera vez no había pronunciado ni una sílaba bien).

-Grfgkfd!! -Qué?? -(gesto con la mano) -Qué???? -Fuera!!!!! (fuera camisón).

En fin, el pobre aguantó lo suyo.

Hubo un momento en el que empecé a sentir frío. No me cuadraba, ¿cómo podía sentir frío? Se lo dijimos a la matrona, y resulta que se había estropeado la calefacción!!! Fuera había tormenta, lo vi de refilón en algún momento, y había habido algún problema. Recuerdo que Sonia dijo que como no lo arreglaran pronto se iba a tener que llevar al bebé a neonatos, que si hacía frío en la sala de dilatación no podría tenerlo allí después de nacer. Yo pensé: ¡¡sí, y qué más!! Y una vocecilla en mi subconsciente me dijo que no me preocupara de eso ahora. Al rato se arregló, pero mientras tanto me pusieron una manta encima, y allí estaba yo, a cuatro patas encima de la cama, desnuda y con una manta encima... Pensé que era un poco surrealista. Creo que ese fue el momento álgido de mi “ponme el camisón, quítame el camisón, ponme la bata, quítame la manta”. El pobre O. ya no sabía lo que era la bata, dónde estaba el camisón... y cogía lo primero que pillaba y me lo ponía por encima porque yo le gruñía y me impacientaba.

Poco a poco fui dilatando los 2 cm. que me quedaban, creo que tardé más en hacer esos 2 que en los 8 anteriores, no sé por qué, porque yo en teoría estaba relajada, agusto... Después, pensando en ello, creo que no llegué a encontrar la postura idónea, lo del dolor de rodillas me mató, quizá un colchón en el suelo y cojines hubiera sido la solución, de hecho en algún momento pensé en tirar el colchón de la cama al suelo, pero fue un pensamiento fugaz, y como tal se fue y no volví a pensar en ello. Mi pelota de pilates se quedó en el coche, no sé si me hubiera ayudado, aunque no creo, el culo no lo podía plantar en ningún lado. Entre contracción y contracción me relajaba, y esperaba a la siguiente...

Recuerdo que Sonia me hacía tactos de vez en cuando. En ningún momento noté dolor o incomodidad, y en uno de ellos creo que me dijo que estaba en completa y que podía empujar cuando quisiera. Y en algún momento empecé a empujar. Ella me animaba, me decía que lo hacía muy bien, y yo llamaba a Leo entre sonrisas. Ella me decía: ¡vamos, empuja a tu bebé! Me gustaba como sonaba “tu bebé”.

Estuvimos mucho rato. 3 horas, me dijo luego. Así que calculo que empecé a empujar sobre las 16 h. En algún momento rompí la bolsa, a cuatro patas, cómo no, y noté mucho líquido caliente y lo vi oscuro... pero no sabía si era por la penumbra. ¡Llama a la matrona, llámala! Ella vino y me cambió, y cambió las sábanas, y me dijo que ahora las contraccíones a lo mejor me dolían más. Cojonudo, pensé. Pero no fue así.

Yo empujaba... empujaba... Y Sonia vino y me dijo:

-R., llevas 2 horas empujando. Normalmente cuando pasa ese tiempo en este hospital entran los ginecólogos, y se convierte en parto instrumental. Pero la ginecóloga que está de guardia es muy maja, la he dicho que te encuentras perfectamente, tu bebé también, y que nos dé más margen. Dice que sí, pero tienes que darte un poco de prisa, vale? Lo dijo como jodida, noté que no le gustaba esa situación. Yo asentí y nos pusimos a ello. Creo que preguntó: ¿Quieres que te ayude? Yo le dije que sí y me propuso tumbarme en la cama en una postura concreta. Con una pierna encima del hombro de O. y recostada, pero no en horizontal del todo. No lo recuerdo bien, pero la hice caso y empecé a empujar. Creo que ella tenía una mano dentro de mí. En ningún momento me importó.

Decía que el bebé bajaba con mis pujos, eso me animaba. Se fue y yo seguí, cambié un poco de postura, me puse de lado en la cama con una pierna encima del arco del potro. Cuando me vio Sonia me dijo que la naturaleza era sabia, y que me había puesto en una postura magnífica para que la pelvis se abriera y ponérselo más fácil a Leo.

Hubo un momento en el que me dijo si quería tocarle la cabeza, que con sólo meter los dedos un pelín podría. Lo hice, y sí, allí estaba Leo, tan cerca ya...

En otro momento me lié con un cable del monitor y me dijo: mira, te lo quito, total es evidente que estás teniendo contracciones, no hace falta. Te dejo el que vigila al bebé.

Hacia el final yo estaba bastante cansada. Sobretodo por el dolor de rodillas. Empecé a perder la ilusión, la emoción, y me di cuenta de que tenía que desviar conscientemente pensamientos negativos de mi mente. ¿Por qué no salía? Oí gritos en alguna otra sala, una mamá rugiendo, y al poco rato un bebé llorando... Mierda. Y yo aún así.

En algún momento del expulsivo Sonia me dijo que tenía la vejiga llena, que por qué no intentaba ir al baño. Lo hice, pero no tenía ganas. Volví.

En otro momento entró y me djo que el bebé estaba demasiado tranquilo, es decir que estaba dormido y eso no podía ser, que teníamos que despertarlo, y me ofreció otro vasito de leche o zumo (había bebido alguno antes), si no me tendría que poner suero. No no, tráeme leche (o zumo, ya no recuerdo...). Me lo bebí y funcionó, Leo se puso en marcha de nuevo.

Y así llegamos a las siete de la tarde. Llevaba unas tres horas de expulsivo y estaba cansada, desanimada... 

lunes, 3 de marzo de 2014

El nacimiento de Leo (I)


 30 de octubre de 2010, sábado. 8:30 de la mañana. 39 + 5 semanas. Comienza mi parto. Finalizaría unas 11 horas después, sobre las 19:30 h.

El día anterior, 29 de octubre, escribía esto:

Yo sigo aquí midiéndomelo todo. Hoy tensión y glucosa... La tensión bien, sigo en 13/8... Un poco alta pero dentro de los límites, así que por hoy me olvido también de ella y mañana otra vez. Hoy he estado sentada un ratillo antes de entrar a la farmacia, pero vamos, yo noto que en cuanto empiezan a medírmela me pongo nerviosa... De hecho noto que en general estoy más nerviosa...

He pasado la tarde fuera, de paseo y de compras, he comprado dos mantitas polares para Leo en Casa, para usarlas en el capazo, para cogerle, para tumbarle encima... son suaveciiiitas... y un cambiador de esos de plástico, para ponerlo encima de una cómoda que tenemos... Bueno y yo me he comprado unos calentadores que siempre he tenido ganas de tener unos!

Yo ni tapón ni na... ni apenas contracciones molestas... tripa dura, eso sí...

Esa noche dormí bien. A las 8:30 me desperté para ir al baño y eché un poco de líquido rosado. Lo vi al limpiarme. No le di mucha importancia. Lo que sí me mosqueó es que me entró una especie de diarrea... Más que diarrea, lo que pasó es que por primera vez en casi 9 meses no estaba estreñida, sino “sueltecilla”. Bueno, pues genial. Me volví a la cama y no sé si llegué a dormirme del todo, supongo que sí, pero al ratillo sentí ganas de ir otra vez al baño. Volví a ver un poco de sangre al limpiarme... volví a cagar... ejem, esto era un poco raro ya. Me notaba extraña. Pensé que a lo mejor me estaba poniendo mala de la tripa. En fin. A la cama de nuevo.

Hasta las 10:15 me levanté unas cuantas veces, y siempre veía que manchaba un poco. A esa hora ya me quedé despierta un poco preocupada. Estaba empezando a tener contracciones, pero lo que me preocupaba era la sangre... Las contracciones eran llevaderas, pero bastante seguidas. Hacia las 10:30 volví al baño y entonces, cuando me limpié, vi mucha sangre, muy roja... Me asusté. Volví al salón y decidí prepararme el desayuno por si teníamos que irnos al hospital rápido. Empecé a anotar los tiempos entre contracción y contracción y eran irregulares, pero algunas veces no pasaban más de 5 minutos.

Me sentía bien, un poco emocionada, expectante, sentada en mi pelota de dilatación pensando qué hacer con lo de la sangre... Tenía abierto el foro en el que charlaba desde el principio de mi embarazo con otras futuras mamis que iban a parir en noviembre, y pregunté por esa sangre. Por suerte una de ellas, que era matrona, me contestó que no me preocupara, que sin duda era el tapón mucoso, que algunos eran muy sangrientos. El hecho de que no hubiera mucosidad había hecho que yo lo descartara, pero su respuesta me dejó mucho más tranquila.

Mi chico, O., se había levantado sobre las 10:30. Le conté todo y creo que fue él quien me preparó el desayuno. Cuando me lo trajo me di cuenta de que no iba a poder comer ni un bocado. Lo intenté, pero... puaj, no podía. Una señal más de que estaba de parto. Las contracciones empezaron a aumentar en intensidad. Empezamos a hablar de llamar a mis padres, ellos nos iban a llevar al hospital. Yo le dije que esperara un poco. La verdad es que llevaba tan poco tiempo con contracciones que no quería irme aún, mi idea era aguantar en casa todo lo posible y prácticamente acababa de empezar la cosa! Pero las contracciones no me daban la razón, eran ya muy intensas y cada 4-5 minutos. No podía hablar cuando venían. Quise escribir un mensaje en el foro pero tampoco podía, cada vez que me venía una tenía que parar, y en el tiempo entre medias... me costaba moverme. De repente me vino una que hizo que me levantara de la pelota de un salto, me tiré al sofá y me puse a cuatro patas mientras resoplaba. Cuando acabó, nos miramos y le dije: vale, llama tú a mis padres, yo no puedo hablar.

Y yo que pensaba que estaría horas caminando por el pasillo de mi casa... ¡Ja!

Llegamos al hospital sobre las 13 h., creo. Me subieron a monitores, en la quinta planta. No sé ni cómo pude plantar el culo en la silla de ruedas; mientras esperaba al celador abajo, en admisión, estaba en cuclillas en el suelo, apoyada en la silla con las manos, con las pieras completamente abiertas. Creo que la gente me miraba raro.

Entré en la salita y me dijeron que pasara al aseo a desnudarme y ponerme un bata. Pensé: venga ya, no voy a poder. Pero lo hice. Me recosté en la camilla, me miraron y... oh, notición: pero si estás de 8 cm.! ¡Genial!, pensé. Bueno, no sé si lo dije también. Estaba contentísima. Hala, a la sala de dilatación.

Sonia, mi matrona, me dijo que podía empezar a empujar cuando quisiera. Yo aún no tenía ganas. En algún momento, en la sala de monitores, me preguntaron si iba a querer epidural y yo dije que no. Sonia me dijo que me iban a poner una vía, pero que como yo quería un parto poco intervenido, que si quería me la dejaba cerrada y así podría beber zumo o leche. ¡Toma ya!, pensé. No he tenido ni que pedirlo. ¿Habrá leído mi plan de parto? Cuando lo entregué estaba tan segura de que iba a ir a la papelera directamente...

Me pusieron el monitor externo, con unos cables un poco incómodos pero que me daban para levantarme de la cama, andar alrededor de ella y agacharme si quería. Los acepté sin más, y de hecho no tuve la necesidad de moverme más allá de ese metro cuadrado. Pedí que bajaran las persianas, no quería luz. Estábamos en una quinta planta con unas vistas impresionantes, después mi chico me diría de broma que se quedó chafado cuando vio esos persianones bajados casi del todo.

Y allí estaba yo, medio a oscuras, aguantando las contracciones... no sé durante cuánto tiempo...