lunes, 3 de marzo de 2014

El nacimiento de Leo (I)


 30 de octubre de 2010, sábado. 8:30 de la mañana. 39 + 5 semanas. Comienza mi parto. Finalizaría unas 11 horas después, sobre las 19:30 h.

El día anterior, 29 de octubre, escribía esto:

Yo sigo aquí midiéndomelo todo. Hoy tensión y glucosa... La tensión bien, sigo en 13/8... Un poco alta pero dentro de los límites, así que por hoy me olvido también de ella y mañana otra vez. Hoy he estado sentada un ratillo antes de entrar a la farmacia, pero vamos, yo noto que en cuanto empiezan a medírmela me pongo nerviosa... De hecho noto que en general estoy más nerviosa...

He pasado la tarde fuera, de paseo y de compras, he comprado dos mantitas polares para Leo en Casa, para usarlas en el capazo, para cogerle, para tumbarle encima... son suaveciiiitas... y un cambiador de esos de plástico, para ponerlo encima de una cómoda que tenemos... Bueno y yo me he comprado unos calentadores que siempre he tenido ganas de tener unos!

Yo ni tapón ni na... ni apenas contracciones molestas... tripa dura, eso sí...

Esa noche dormí bien. A las 8:30 me desperté para ir al baño y eché un poco de líquido rosado. Lo vi al limpiarme. No le di mucha importancia. Lo que sí me mosqueó es que me entró una especie de diarrea... Más que diarrea, lo que pasó es que por primera vez en casi 9 meses no estaba estreñida, sino “sueltecilla”. Bueno, pues genial. Me volví a la cama y no sé si llegué a dormirme del todo, supongo que sí, pero al ratillo sentí ganas de ir otra vez al baño. Volví a ver un poco de sangre al limpiarme... volví a cagar... ejem, esto era un poco raro ya. Me notaba extraña. Pensé que a lo mejor me estaba poniendo mala de la tripa. En fin. A la cama de nuevo.

Hasta las 10:15 me levanté unas cuantas veces, y siempre veía que manchaba un poco. A esa hora ya me quedé despierta un poco preocupada. Estaba empezando a tener contracciones, pero lo que me preocupaba era la sangre... Las contracciones eran llevaderas, pero bastante seguidas. Hacia las 10:30 volví al baño y entonces, cuando me limpié, vi mucha sangre, muy roja... Me asusté. Volví al salón y decidí prepararme el desayuno por si teníamos que irnos al hospital rápido. Empecé a anotar los tiempos entre contracción y contracción y eran irregulares, pero algunas veces no pasaban más de 5 minutos.

Me sentía bien, un poco emocionada, expectante, sentada en mi pelota de dilatación pensando qué hacer con lo de la sangre... Tenía abierto el foro en el que charlaba desde el principio de mi embarazo con otras futuras mamis que iban a parir en noviembre, y pregunté por esa sangre. Por suerte una de ellas, que era matrona, me contestó que no me preocupara, que sin duda era el tapón mucoso, que algunos eran muy sangrientos. El hecho de que no hubiera mucosidad había hecho que yo lo descartara, pero su respuesta me dejó mucho más tranquila.

Mi chico, O., se había levantado sobre las 10:30. Le conté todo y creo que fue él quien me preparó el desayuno. Cuando me lo trajo me di cuenta de que no iba a poder comer ni un bocado. Lo intenté, pero... puaj, no podía. Una señal más de que estaba de parto. Las contracciones empezaron a aumentar en intensidad. Empezamos a hablar de llamar a mis padres, ellos nos iban a llevar al hospital. Yo le dije que esperara un poco. La verdad es que llevaba tan poco tiempo con contracciones que no quería irme aún, mi idea era aguantar en casa todo lo posible y prácticamente acababa de empezar la cosa! Pero las contracciones no me daban la razón, eran ya muy intensas y cada 4-5 minutos. No podía hablar cuando venían. Quise escribir un mensaje en el foro pero tampoco podía, cada vez que me venía una tenía que parar, y en el tiempo entre medias... me costaba moverme. De repente me vino una que hizo que me levantara de la pelota de un salto, me tiré al sofá y me puse a cuatro patas mientras resoplaba. Cuando acabó, nos miramos y le dije: vale, llama tú a mis padres, yo no puedo hablar.

Y yo que pensaba que estaría horas caminando por el pasillo de mi casa... ¡Ja!

Llegamos al hospital sobre las 13 h., creo. Me subieron a monitores, en la quinta planta. No sé ni cómo pude plantar el culo en la silla de ruedas; mientras esperaba al celador abajo, en admisión, estaba en cuclillas en el suelo, apoyada en la silla con las manos, con las pieras completamente abiertas. Creo que la gente me miraba raro.

Entré en la salita y me dijeron que pasara al aseo a desnudarme y ponerme un bata. Pensé: venga ya, no voy a poder. Pero lo hice. Me recosté en la camilla, me miraron y... oh, notición: pero si estás de 8 cm.! ¡Genial!, pensé. Bueno, no sé si lo dije también. Estaba contentísima. Hala, a la sala de dilatación.

Sonia, mi matrona, me dijo que podía empezar a empujar cuando quisiera. Yo aún no tenía ganas. En algún momento, en la sala de monitores, me preguntaron si iba a querer epidural y yo dije que no. Sonia me dijo que me iban a poner una vía, pero que como yo quería un parto poco intervenido, que si quería me la dejaba cerrada y así podría beber zumo o leche. ¡Toma ya!, pensé. No he tenido ni que pedirlo. ¿Habrá leído mi plan de parto? Cuando lo entregué estaba tan segura de que iba a ir a la papelera directamente...

Me pusieron el monitor externo, con unos cables un poco incómodos pero que me daban para levantarme de la cama, andar alrededor de ella y agacharme si quería. Los acepté sin más, y de hecho no tuve la necesidad de moverme más allá de ese metro cuadrado. Pedí que bajaran las persianas, no quería luz. Estábamos en una quinta planta con unas vistas impresionantes, después mi chico me diría de broma que se quedó chafado cuando vio esos persianones bajados casi del todo.

Y allí estaba yo, medio a oscuras, aguantando las contracciones... no sé durante cuánto tiempo...

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