miércoles, 19 de noviembre de 2014

22 meses



Las cosas han mejorado en los últimos días. Cuando el amor triunfa todo es más fácil. Aprovecho para escribir sobre mi enanita particular, que ha cumplido ya 22 meses. Releyendo la entrada de los 20 me doy cuenta de cómo van evolucionando las cosas, tan deprisa... Y de cómo ella va dejando atrás algunos “grandes clásicos” para sumergirse en otros.

Los cantajuegos hace... pues eso, dos meses casi que no se ponen. Ahora ponemos Monstruos S.A. a todas horas... Aunque creo que están en proceso de abandono también.

Ya no me pide canciones cada vez que ve un animal en un cuento. Eso sí, cantamos mucho. Se hace todas las coreografías de las canciones de la pequeteca, está tan graciosa... Sus hits  del momento son  Gotita de agua  y Los pollitos dicen, entre otras, aunque yo me descojono sobretodo con los “chuchuwá chuchuwá” de La foca Marisol. En vez de llevar los dos brazos al mismo lado los cruza y además agita los deditos así que más bien parece que está bailando sevillanas.

Leemos mucho. Ahora su cuento favorito es uno de Leo que se llama “Edu ya no quiere llevar pañales”. Ella lo llama “el del nene”.

Ha dejado también de llorar cuando se va con los abuelos. Vuelve a irse tan contenta, diciendo adiós sonriente y tranquila.

Las noches sí siguen siendo igual. Con rachas peores y mejores. Por ejemplo las dos últimas han sido de cortarse las venas, con muchísimos despertares llorando y pidiendo teta a gritos... Espero que sea algo puntual. Tendré que tomármelo con más filosofía porque anoche me cabreé mucho y la pobre no tiene la culpa de nada... Hemos estado hablando de intentar que la duerma el papá, y yo ya de paso irme de juerga, ¡jajaja! La verdad es que no lo veo claro. Por un lado ella me necesita, pide mamá para dormirse y también en los despertares, y por otro lado yo puedo salir por el día sin problemas, y de hecho aunque saliera por la noche, ni iba a beber mucho, ni a desfasar mucho, ni me iba a apetecer especialmente el típico bar de copas con la música a todo volumen... Así que pensando he descubierto que me apetece mucho más irme de cañitas diurnas o a comer por ahí... y volver para dormir a la peque.

Sí querría comprobar que ella es capaz de dormirse con papá sin montar un drama... ¡pero vaya, que no hay prisa!

Ahora la duermo con canciones y caricias, tumbadas en la camita las dos, y la teta sólo se la doy al principio. Le digo que sólo una vez (de cada) y ya. Y está empezando a aceptarlo bien. Se queja, pide más, llora pero “de mentira”, y cuando ve que no, que soy firme, que una y otra vez le explico lo mismo, que ahora ya teta no, que ahora a tumbarse y a cantar y a dormir, me dice de repente: -¿sí? Y yo le digo: -sí. Y entonces ella se tumba y me pide la canción que quiere. Hoy de hecho ni siquiera ha insistido.

Esto lo hago porque últimamente se resiste más a dormirse, se pone de pie en la cama, se ríe... y me pedía teta cada dos segundos aproximadamente, para saltar por encima de mí de una a otra a lo loco, para entretenerse, para apartarse y volver a pedirla... Muchas noches tardo cuarenta minutos o más en dormirla, antes eran unos veinte... (esta noche ha sido genial, toquemos madera).

Sigue comiendo fatal, de forma muy caótica. Basta que te vea comer algo para quererlo, para a continuación, después de dar dos bocaditos, dejarlo. ¡Y ay de ti como no se lo des, aunque sepas que es algo que no le gusta! Hace poco fuimos a una revisión de peso, por la bajada de percentil que tuvo a los 18 meses, y había subido bastante. Ya hasta los dos años no volvemos. No me preocupa en absoluto.

Sigue sacando genio a espuertas. Te grita, te pega y dice que no por sistema a todo. A veces cambiarle el pañal o meterla en la silla del coche es una lucha encarnizada. Es desesperante. Pero Nora tiene una cosa que Leo no tenía: si le explicas algo, bien explicado, breve y clarito, unas cuantas veces, desprendiendo seguridad... Muchas veces acaba haciéndote caso. Es como si algo hiciera “click” en su cerebro y te mira y dice: -¿sí? Vale. Y adiós enfado. Eso me maravilla. Otras veces sólo queda tener paciencia, como ayer en la pequeteca, que en la puerta de la calle, cuando ya nos íbamos, decidió tirarse al suelo en protesta porque la había cogido para bajar las escaleras más rápido (la clase está en el primer piso). Y allí hizo su sentada, o más bien su “tumbada”, tranquilamente, boca arriba, mientras yo la decía: -Nora, vámonos. Y ella: -no, mientras miraba para una lado y para otro, mientras movía las piernas en plan “estoy super a gusto aquí, te esperas”. Y bueno, en vez de enfadarme esperé, sin repetirle la frase demasiadas veces, y llegó un momento en el que dijo: -ya. Y se levantó y nos fuimos.

¿¿Mola, eh?? Lástima que no me salga así de bien casi nunca, jajaja.

Habla mucho, aunque frases muy poquitas, básicamente son palabras sueltas o expresiones. Es imposible recordar todo lo que dice. Una de las últimas palabras que ha aprendido es, por fin, Leo. Ella dice “eo”. Y aún me acuerdo de cuando, ayudándome a poner la lavadora, cogió un calcetín del suelo y me lo alargó diciendo: "aetine".

Sigue teniendo una sonrisa que te roba hasta el alma, se lo lleva todo cuando sonríe. Y se tira a tus brazos dicendo “mamáaaaaa” y corriendo con esos piececitos, y se le achinan los ojos... Se la ve tan feliz. Desde que se levanta hasta que se acuesta. Con todos sus berrinches y quejas y mamás de por medio, pero no sé cómo decirlo... ella se lo pasa pipa. Se va a la estantería del salón donde están los juguetes de madera y allí se pasa un ratito, se va a por un coche a la habitación, coge un papel del suelo y se pone a limpiar la casa, se agarra a tu pierna mientras baila, hace el payaso para provocar a Leo, corren, se persiguen, se parten de risa. Te pide o hace algo que sabe que no te va a gustar mientras pone cara de malvada, o de buenecita, da igual, pero siempre con su sonrisa. Hace lo que le da la gana y le da igual lo que le digas, es más, disfruta no haciéndote caso, o más bien es como si dijera: pero si sé  que  me  adoras... ¿¿Qué haces regañándome si te tengo en el bote?? ;-)

Nora es una niña buena, encantadora, hasta Leo empieza a rendirse a sus encantos, a veces la mira y se le escapa una media sonrisa llena de amor.

A Nora le encanta trepar y sentarse y ponerse de pie en las sillas, como buena bebé de casi dos años. Nora desafía, sin miedo, como debe ser, porque no tendría sentido que nos temiera. Nora no sabe lo que es el rencor, ni Nora ni ningún bebé. Nora se siente segura y lo demuestra, experimenta, pide, elige... Y cada vez está más relajada en entornos desconocidos. Nora adora a los bebés, quiere mirarlos y tocarles e ir detrás de ellos.

Y otra muestra de la magia que hace Nora es cuando saca esa expresión del rostro de su padre, esa que consigue cuando se acerca corriendo a él riendo y diciendo: ¡papá, papá, papá...! y le abraza fuerte... Y hace que se refleje la misma en la mía cuando le miro yo a él. :-)

lunes, 10 de noviembre de 2014

Cosas que dicen

Ya he contado alguna vez que Leo se soltó a hablar relativamente tarde. Papá y mamá  lo dijo hacia los 20 meses. La siguiente palabra fue agua, ya con 22. Habíamos ido a su pediatra porque estábamos un pelín preocupados, aunque ella nos tranquilizó y nos dijo cómo podíamos motivarle a hablar. Básicamente haciéndonos los sordos cuando nos pedía algo con el dedito, como efectivamente el vaso de agua en la comida, y además repitiendo mucho la palabra en cuestión que queríamos que dijera. ¿Qué? ¿Qué quieres? No sé hijo, no me entero, dí, ¿qué es?¿Qué quieres, Leo? ¿El agua? Ah, vale, el agua. Pues toma el agua. La verdad es que nos funcionó con el agua pero con poco más. Dio igual porque a los dos años llegó con el sí, el no, algunas onomatopeyas, dos o tres frases de dos palabras... Y ahí ya se lanzó.

Hoy en día nos dicen que habla muy bien para su edad y que tiene frases de mayor. Ayer estaba un amiguito en casa y Leo vino (en plan chivato, por cierto) a decirle a su madre: “Pepita, tu hijo (dijo su nombre, claro) ha hecho una cosa... que no debe hacer”.

Hoy quería beber coca-cola y le he dicho que no, que los niños no beben coca-cola. Y me dice: “¿cuando sea un adulto entonces ya podré beber coca-cola?” Me hace gracia que tenga tan asimilado ese binomio niño-adulto.

Con los tiempos verbales sí se hace lío, los mezcla y medio se los inventa a veces. Y todavía los dice prácticamente siempre en regular (he  ponido y esas cosas...).

Pero se explica muy bien, entona, hace pausas para buscar las palabras o frases más adecuadas para hacerse entender, si se atasca es capaz de decir lo mismo de otra manera que le resulte más sencilla, y se interrumpe a mitad de palabra y cambia la frase... Mola ver cómo se va manejando cada vez mejor con el lenguaje.

Recuerdo cuando apenas decía 10 o 15 palabras, cuando había más onomatopeyas y gestos que otra cosa... Y era curioso comprobar cómo encontraba recursos para hacerse entender. El otro día Nora hizo un gesto que había visto yo en Leo muchísimas veces para decir “grande”. Subió el brazo arriba, toda ella estirada, y dijo “AAAAAAH”. Ella tiene 21 meses y dice muchas más palabras de las que decía Leo a su edad; en cambio hace muchísimos menos gestos y onomatopeyas. No le hacen tanta falta, supongo.

Hacia los dos años y medio creo que fue cuando se soltó de verdad. Ya está muy lejos la época en la que decía xubar  por jugar, tole  por cole, toto por moto... Aún se le escapa algún “ven a jugar a mi batación”, y sigue diciendo “se me caen las grimas” (las esdrújulas son difíciles, jajaja). También dice “en uno en uno”, ha estado mucho tiempo diciendo caracola en vez de cocacola... Soy muy desastre y estas cosas se me olvidan si no las apunto, es una pena porque a veces son tan graciosas...

Ahora estamos ya en la época de las convesaciones, a veces realmente surrealistas. Hace dos o tres meses estaba con él sentada en el suelo y al levantarnos dije: -ay, se me ha dormido un pie. Se me quedó mirando con una cara muy rara, supongo que flipó, y acto seguido torció el pie todo lo que pudo (lo “tumbó”) y dijo: - a mí también, mira está tumbado. Con estas cosas yo me descojono y él se rie poniendo un poco cara de: anda, qué gracioso soy y no sé por qué.

En el coche siempre se queda un poco atontado. No se duerme pero siempre que paramos dice que está cansado. El otro día yo le decía: -ya, hijo, el coche cansa mucho ¿eh? -Sí mamá, ¡necesitamos un coche que no canse!

Jugando con Nora saca su lado más... iba a decir pícaro, pero sería más correcto decir “cabroncete”. Estaban jugando con un fonendoscopio, un termómetro y una jeringuilla. Leo quería el termómetro y lo tenía en ese momento Nora. “Yo quiero ser el médico”, decía Leo. Y la suelta: -Nora, ¿sabes para qué sirven los termómetros? Para que se los des a los médicos.

Y esta conversación la tuvimos después de leerle el cuento en su cama y antes de que yo me fuera a dormir a Nora y él se quedara con su padre, como cada noche:

-Mamá, yo quiero dormir contigo 230 años.
-Leo, ya sabes que no puede ser. Cuando Nora sea más mayor nos podremos cambiar.
-Pero es que Nora ya ha dormido contigo muchas veces.
-Sí, pero tú también has dormido mucho tiempo conmigo. Cuando Nora sea mayor ya veremos cómo lo hacemos ¿vale? Podremos dormir como queramos. ¿Sabes? A lo mejor Nora puede dormir contigo.
-¿¿Conmigo??
-Sí, muchas veces los hermanos duermen juntos.
-¡Yo quiero que Nora duerma conmigo ahora!
-No cariño, ahora no puede ser, te despertaría mucho. Cuando Nora aprenda a dormir como tú y no se despierte podréis dormir juntos.
-Cuando Nora tenga 3 años, y entonces yo seré más mayor.
-Sí, tú siempre vas a ser mayor que Nora.
-Sí. ¿Y papá dónde va a dormir?
-Papá conmigo en la cama grande.
-¿¿¿Todos juntos en la cama grande???
-Noo tú aquí con Nora, en tu habitación. Cada uno en su camita, pero estarán juntas.
-¿Aquí? Cuando Nora tenga 3 años y duerma aquí conmigo la voy a decir que en esta habitación hay monstruos.
-Pero... a ver si le va a dar miedo.
-No... ¡porque yo la abrazo muy fuerte!


(En la foto, una diferencia de justo dos años, y con regalos de cumple recién recibidos).


jueves, 6 de noviembre de 2014

Y... ¡Cuatro!



 Cuatro años cumplidos el 30 de octubre. No voy a ponerme en plan mamá nostálgica recordando el bebé que ya ha crecido para convertirse en un hermano mayor super mayor y bla bla bla... ;-) Os voy a hablar de cómo es mi hijo a sus cuatro años. De qué hace, qué sabe, qué dice, qué siente y a qué juega.

Desde que ha empezado segundo de Infantil se le nota un mayor interés por las letras, por reconocerlas y escribirlas. Es emocionante ver cómo se las va aprendiendo, sobretodo relacionadas con nombres propios (los de sus compañeros de clase); cómo las escribe y se esfuerza porque le salgan bien; cómo coge ya el lápiz de forma correcta (el curso pasado aún le costaba mucho). Estoy deseando que aprenda a leer, ¡va a ser mejor escucharle hacerlo que cuando le vi andar solito por primera vez! Sé que aún queda y no tengo prisa, lo que menos quiero es que le presionen con eso.

También sigue mostrando bastante interés por los números. Leo aprendió a contar hacia los 2 años. Tengo un vídeo en el que cuenta hasta tres varias veces, es decir, cuenta diez elementos pero así: “uno, dos, tres. Uno, dos, tres. ¡Uno!”. Ahí tenía dos años y dos meses. Enseguida aprendió a contar hasta diez y desde hace ya mucho cuenta sin problemas decena tras decena, aunque se salta alguna cifra a veces y le cuestan los “treinta”, “cuarenta”, etc. También ahora está aprendiendo a escribir los números. El otro día me sorprendió escirbiendo el cuatro a la perfección. “Como una L con palito”, decía. :-)

Dibujar no es lo suyo, pero ahora a veces pide colores y folios. Le gusta que colguemos sus dibujos de la pared. Hemos tenido que poner un pequeño límite ahí, porque si no tendríamos ya el salón entero empapelado. Aún dibuja a las personas sin cuerpo, sólo cabeza y extremidades. También dibuja carreteras y muchas letras, a veces simplemente son series de “aes” o de circulitos, para él eso es escribir. Y tiene que pintar primero una línea y sobre ella las letras. Supongo que eso viene del cole, no sé.

Leo es muy casero. Como lo de jugar con amiguitos de su edad le da un poco igual, no pide especialmente calle. Pero salimos y vamos al parque. Además se lo pasa bien yendo y viniendo, cada vez se queja menos de que está cansado y de que no quiere andar. ¡Todo llega! (No sé por qué digo esto si casi todos los días tardamos 30 minutos en llegar del cole a casa, estando a 5. Pero es porque enreda, juega, me chincha un poquito parándose...) A veces se enfada con los otros niños porque le molestan o porque quiere algún juguete que tienen ellos... Pero también cada vez más se entretiene con ellos a ratitos o en los columpios. En el patio del cole va un poquito mejor también, ¡a veces hasta consigue pillar alguna moto!

Es un niño... cómo decirlo... muy inocente, pero en el buen sentido de la palabra. Se emociona mucho con las cosas más sencillas y lo expresa dando saltos de alegría, literalmente. El día de su cumple había un globo de helio con un 4 esperándole en casa a la hora de comer y fue todo un acontecimiento para él, le encantó y además lo expresa y te dice: “mamá, me gusta muchísimo, pero muchísimo este globo. !Me lo voy a quedar 200 años!” También corre a 200 (alguna vez intenta decir kilómetros pero creo que aún no ha acertado nunca, jajaja) o por ejemplo me dice que quiere dormir conmigo 200 años (jajaja, esto tenía que colarlo en alguna parte del post). A veces sube a 230, incluso.

Cada vez se expresa mejor, en esto nunca ha tenido problemas, habla muy bien. Y eso que se soltó tarde. Nos sorprende y nos hace reir con sus reflexiones y explicaciones. Se nota que está creciendo, que se hace mayor... está cambiando mucho.

Ahora sí puedo decir que quiere muchísimo a su hermana y la cuida y todas las noches se dan un abrazo y un beso antes de irse a la cama que hace que su padre y yo nos derritamos. Abren los brazos y se lanzan el uno en los brazos del otro. Si Nora, que está en la edad, se resiste un poco y empieza con su “¡no!”, Leo se pone muy triste. Y nos ayuda explicándonos lo que quiere cuando llora, y me dice cuándo se ha escabullido de los arneses en el coche, y muchas veces la deja sus juguetes y la defiende (venga, mamá, ponle la peli de la nena, ¿¿no ves que quiere verla??). La peli de la nena, por cierto, es la de Monstruos S.A., el mayor éxito en la historia de esta familia.

Los monstruos han entrado en su vida en todos los sentidos y dice que hay muchos en su habitación por la noche, que se le acercan mucho a su  cara y le da miedo, y que no dicen nada porque no tienen boca. ¡Joder, me da miedo hasta a mí! Pero no hay problema porque su padre sigue durmiendo con él y así puede abrazarle fuerte en la cama. :-)

Y lleva muy mal que le hagan de rabiar (aunque a él se le da cada vez mejor hacerlo... ejem). Se frustra tan fácilmente... y grita y se enfada mucho. Eso sí, te lo dice. Creo que eso es muy positivo, que te diga cómo se siente y por qué. Pero tenemos que seguir trabajando su rabia.

El otro día me confesó que nunca dice hola o adiós a sus amiguitos de clase porque le da vergüenza. Siempre le insistimos para que lo haga y quizá es hora de dejar de insistir y empezar a animar, a decirle “venga Leo, atrévete, que tú puedes”. Aunque la verdad es que muchas veces tampoco dice adiós a sus abuelos, por ejemplo, y eso está clarísimo que vergüenza no es... Es como si le costara ser "formal" o educado o convencional.

Pero a pesar de estas cosas Leo es un niño muy alegre. Corre y salta de alegría, le encanta bailar y saltar. Es un terremoto, no para, ¡no para! Hasta el punto de tirarse encima de nosotros, de hacer mucho el burro... y no sabe parar, ¡no puede parar! Esto nos crea muchos problemas pero sé que es algo bonito en el fondo, es vitalidad, sólo tiene que evolucionar un poquito. Cuando llega de pasar la tarde con los abuelos entra en casa arrasando, se pone a correr, riéndose como un loco, empieza a hacer el payaso... Es un espectáculo. Y su hermana le sigue, claro. Corre y ríe con él y la verdad es que es una maravilla ver lo bien que se lo pasan. Se tiran al suelo, ruedan, bailan juntos... ¡Como digo, el problema viene porque no hay boton de off!

Sigue recogiendo piedras cada día para su padre y para mí, ¡qué obsesión con las piedras y los palos! Juega al parchís constantemente ¡y casi siempre gana! Le siguen gustando mucho los trenes (le hemos regalado por su cumpleaños uno eléctrico). También los muñecos, los coches, las construcciones... En fin, todo le vale pero no le dura mucho, se cansa enseguida y hay que cambiar de actividad, se aburre y te dice: quiero jugar contigo. -A qué, Leo. -No sé, contigo!

En los útimos días me habla mucho de una niña de su clase. “Mucho” es que me ha dicho dos veces que ha jugado con ella en la arena y que es su amiga. Esto en Leo es como una super declaración de amor. También me recordó que una vez, hace meses, estuvimos en su urbanización (por supuesto no jugó ni un segundo con ella... ni con nadie, jajaja) y me dijo que quería volver porque se lo pasó muy bien, jajaja. Hoy la hemos visto en el parque y ha ido corriendo hacia ella. Esto el invierno pasado era inimaginable. Han estado jugando un rato con unas hojas secas, lo malo es que para Leo jugar era rompérselas a ella y al final ella como que estaba un poco harta... Leo se lo pasaba pipa, en cambio. ¡Cuando nos hemos ido se ha puesto a llorar de la pena! Le he intentado explicar que a los amigos hay que hacerles sentir bien, y que si hay algo que no les gusta debemos dejar de hacerlo, pero Leo me decía que es que a él le gustaba romperle las hojas. ¡Ains, qué pequeño es aún para estas cosas!

El problema de su genio, de sus enfados, está ahí, pero es tan... sincero, alegre, risueño, auténtico, que es indudable que es un niño feliz. Su mirada lo dice un millón de veces al día. Yo sólo quiero que siga siendo así, que no pierda esa inocencia aún, que no le haga daño su introversión, su miedo o su vergüenza disfrazadas de bordería o brusquedad. 

Y mientras tanto habrá que seguir aprendiendo de los errores... Sobretodo nosotros, claro. ;-)

Feliz maternidad.