lunes, 15 de diciembre de 2014

Porteo: la bandolera de anillas

Comencé a usar la bandolera con Leo alrededor de sus dos meses de vida. Hasta entonces había usado únicamente el fular elástico. Compré una por internet, en una tienda de porteo ergonómico que tenía un apartado de liquidación, y a pesar de eso fue carilla. Era de tela de fular, un Ellevill Zara Black. Con anillas plateadas. Preciosa.

Me costó un poco pillarle el truco. Recuerdo que escribí en el foro de Red Canguro preguntando dudas (por aquel entonces estaba muy activo) y me confirmaron que no era tan sencillo como podía parecer. Pero con un poco de práctica y dos o tres truquillos me hice con ella. Enseguida empecé a usarla (en la foto con 4 meses).



 Con Nora me lancé antes, claro. Aquí tiene 8 días y la llevo en una de algodón y lino, preciosa, marca Didymos. Tiene muchísimo soporte, aunque a la vez es muy fina y fresca.


 No hay nada tan calentito como el fular elástico, pero la bando era muy cómoda en el sentido de que vestías al bebé, te vestías tú, y el portabebé iba por encima de toda la ropa. No había que pensar en  si abrigar mucho a Leo y usar yo mi abrigo o si usar uno común... Además la bando no abriga tanto como para plantearse no ponerle tanta ropa al bebé (con el fular esto sí pasa). Simplemente le vistes según el frío que haga y sales. 

Para mí siempre ha sido muy incómodo ponerme un abrigo por encima de la bandolera. Al ser un portabebé asimétrico, la movilidad del brazo que carga al bebé no es la misma que la del brazo libre, y además un hombro queda con tela por encima y el otro no. Por eso yo prefiero abrigarme yo también y lo último ponerme la bando. Aunque todo depende de lo que vayas a hacer, si mayoritariamente vas a estar en un sitio cerrado, quizá merece la pena ponértelo por encima y así poder quitártelo sin necesidad de mover al bebé.


Ese día íbamos al centro comercial. Nora (3 meses) se quedó tal como estaba, planchada contra mí. No la abrigaba demasiado porque cuando son tan pequeñitos la bando sí les cubre bastante, como véis. Yo seguramente llevaría alguna manga larga atada a la cintura. Estábamos en abril pero yo tengo muchos calores los primeros meses después de parir, y el bebé es una estufita, además. 


Aquí íbamos a dar un paseo al aire libre, y así salíamos. Leo (3 meses) no llevaba abrigo, los primeros meses no lo llevó nunca. Sudaderas, forros polares... Pero no abrigos tipo plumas, que son incómodos para poner a los bebés pequeñitos en los portabebés. Esta bando fue uno de los "portabebés viajeros" que se lanzaban en Red Canguro. ¡Probé de todo, era genial! Ese foro fue maravilloso en mis inicios en el porteo, y aún me queda alguna amiga de entonces. Quedábamos y nos enseñábamos lo que teníamos y las expertas nos ayudaban a las novatas.

Lo mejor, lo mejor de la bandolera es que es... amorosísima. Es el portabebés perfecto para achuchar a tu hijo, mecerle, dormirle, sentirle... Es como cogerle en brazos y abrazarle pero con mucha más movilidad, libertad y sin jorobarte la espalda. Yo siempre lo utilizo cuando están malitos, para tenerles cerquita, para dormirles en las noches difíciles... 


Esta bandolera es de tela de sábana, algodón orgánico finito (arriba Nora con 7 meses y abajo Leo con 9). Es una gozada de bando, super suave. Me la hizo una artesana de Red Canguro, precisamente. Son baratas y lo mejor para el verano y para casita. Para bebés grandecitos no es lo mejor, porque no soportan mucho peso. Yo ahora con Nora uso siempre la de tela de fular con lino. Pero esta bando para mí es muy especial porque ha sido protagonista de muchos momentos de amor. 


La bandolera de anillas respeta la postura ranita del bebé, sirve para dormir porque la cabecita no se les cae (sólo tienes que subirles la tela de la espalda y tensar) y se puede usar desde el principio. No es lo más útil si quieres hacer cosas de la casa, agacharte y levantarte varias veces... Para eso mejor fular o mochila. Pero es el portabebés de los mimos, de las siestas, de hacer cositas sencillas junto a tu bebé, de dar paseos cortos... Y como portabebé de "sube y baja", lo mejor. Cabe en un bolso normal y cuando tu hijo ya anda, es muy útil llevarla para los ratos en los que se cansa. Yo la uso mucho por ejemplo para ir con Nora a la pequeteca. Aparco el coche y son unos 5 minutos andando. Ahora que hace frío y que casi siempre llego medio tarde, nos abrigamos, me la pongo en la bando ¡y listas! Es más cómodo que una mochila, incluso. El exceso de ropa es horrible para ponerse y ajustar portabebés, y en esto la bando para mí gana a todos los demás. Se puede llevar en el coche, en la cesta del carrito... (En la foto Leo con 3 meses dormidito, y yo aprovechando para hacer las fotos de los portabebés viajeros, jajaja. Qué vicio con las fotos de "los trapos").



Cuando son ya mayorcitos y les gusta verlo todo, les puedes llevar más hacia la cadera. Éstas son de Nora con 15 meses:



Las fotos más tiernas son con la bando. Están tan acurrucaditos, tan unidos a mí y yo a ellos...  (Leo con 14 meses).



Es un portabebé en el que siempre van delante (bueno, las super expertas se ponen la bando detrás pero yo ni lo he intentado. La verdad es que para portear detrás hay otras opciones mejores). Yo a partir de los 5 meses más o menos los he llevado siempre a la espalda (pesan mucho menos, la espalda lo agradece, ellos tienen más visión...), pero la bando la he seguido usando mucho, para esos momentos en casa, para combinar con carro, para ir a por el pan o al parque de al lado de casa... (En la foto Leo con 5 meses).


En resúmen: rápida de poner, de subir y bajar al bebé, fácil de llevar porque ocupa muy poco espacio, lo más fresco en verano, lo más fácil en invierno con abrigos gordos puestos. Para ratos cortos (no horas como el fular o la mochila), delante o a la cadera. Y cuanto antes empieces a usarla, menos te costará cargar a tu bebé en ella cuando sea más grande. ¡Porque en la bando pesan! Eso sí, siempre menos que "a pelo". 

Podría hablar y hablar sobre bandos, pero creo que es ya un post demasiado largo... ¡Preguntad lo que queráis y feliz semana!

jueves, 11 de diciembre de 2014

Los bebés sí sienten la separación



¿Tiene séis meses y aún no te has separado de él? Le vas a volver loco, eso no es bueno ni para él ni para ti.

¿No va a la guarde? Yo creo que a esta edad les viene bien estar sin mamá a ratos.

No pasa nada por que duerma fuera una noche. Que los disfruten los abuelos que también tienen derecho.

Lo pasan peor ellos que tú.

Ellos no se dan cuenta.

Si luego no te echan de menos.


Frases que juzgan, que tergiversan.

La cultura de la separación nos arrolla, nos envuelve. Nacer es empezar a separarse de la madre... y cuanto antes mejor. Dependencia, esa palabra nos horroriza. Aunque hablemos de un bebé de meses. Aunque hablemos de un niño de 4 años.

Y parece que admitir que nuestros hijos sí dependen de nosotras es un fracaso, es menospreciarles. “Mira, éste se va con cualquiera, será golfo”. Y la madre lo dice con orgullo. “Es que le cuesta habituarse a la gente nueva...”. Y la madre lo dice avergonzada.

Los bebés sí sienten la separación. ¿Cómo podrían no sentirla? ¡Están conectados a nosotras! Y sí, nos echan de menos. Si nos quieren y somos lo más importante para ellos, ¿cómo no van a echarnos de menos? Y tan respetable es que duerman con los abuelos desde los 5 meses como que no lo hagan nunca.

Yo nunca me fui por la noche cuando estaba sólo Leo. Sentía que él me necesitaba. Y yo necesitaba darle lo que él necesitaba. Negar esas dos necesidades, la suya y la mía, hubiera sido estúpido y doloroso para los dos. Luego nació Nora y unos meses después Leo empezó a quedarse a dormir alguna noche con los abuelos. ¡Incluso se fue a pasar 10 días de vacaciones con ellos al pueblo! Yo quería que él pudiera, que él quisiera, y cuando pudo y quiso lo hizo. Mientras tanto, Nora estaba conmigo. Y sigue estándolo. De nuevo, como con Leo, siento que no está preparada. Toma pecho varias veces por la noche, no duerme del tirón, cuando se despierta llama a mamá. Y nada de eso es malo. Yo podría elegir intentar cambiarlo. O podría seguir su ritmo. De momento estoy siguiendo su ritmo. Y eso no es malo. Tampoco sería malo intentar que se acostumbrara a dormir sin mí, sin su teta. Pero simplemente no quiero hacerlo. He elegido no hacerlo. Y eso no es malo.

Me gustaría vivir en un mundo donde los niños tuvieran más cabida y protagonismo. Donde la sociedad fuera consciente de que son seres humanos con derechos. Donde no se les relegara, ni se relegara, minimizara e incluso negara su dolor y sus emociones. Donde una madre no tuviera que salir de cena casi recién parida, con los pechos a punto de explotar y su bebé en casa con la abuela y un bibe, sólo porque se supone que es lo que tiene que hacer. Porque no ir a esa cena con tus compañeras de trabajo significa que “tu hijo te ha cambiado la vida” y eso es lo último que debes permitir (por detrás de que “te use de chupete”, otra gran frase de la maternidad).

Me gustaría vivir en un mundo, en una sociedad, en la que no se machacara a una madre por no querer irse de “viaje romántico” con su pareja. Abuelos, amigos, la susodicha pareja... Todos presionando de una forma u otra para que se separe un poco de sus hijos, preguntando qué es lo que pasa, qué problema hay, si estás bien, si no crees que ya es hora... Otra vez frases, preguntas, que encierran trampa. ¿Problema? ¿Hora?

Me gustaría que una madre se pudiera ir de finde con sus amigas y sin sus hijos sin necesidad de escuchar de cien bocas distintas, con tono condescendiente y aires de superioridad: claro, si es que esto hay que hacerlo de vez en cuando. ¡Hombre, ya era hora! Esto viene bien, es necesario para ti y para ellos. Buá, si luego con los abuelos están genial.

Que no. Que no es una terapia. Que no estamos remediando un error o solucionando un problema. Sólo me voy de finde, coño. Y no necesito tampoco que nadie me diga que mis hijos van a estar genial con sus abuelos como si yo no lo supiera, y no necesito que nadie “me consuele” o me anime como si hubiera dado un gran paso (“hola, soy una madre loca y después de X tiempo me voy de finde”. Suenan aplausos). Y sí, soy consciente de que mis hijos sí me echarán de menos, y me voy siendo conciente de eso, y ser consciente de eso es bueno para mí y para ellos. Y lo que no es bueno es que me intenten hacer creer que esto no es así. Los niños son ellos, no yo. Y yo sé lo que hago y merezco respeto hacia mi forma de criar.

Todo esto afecta más cuando es otra madre la que lo hace, la que lo dice. Y si es la propia puede resultar dolorosísimo. Es cuanto menos curioso comprobar cómo el sentimiento de culpa atraviesa generaciones.

Me encantaría que nos tuvieran en cuenta, a las madres (¡y a los padres!). Porque sabemos lo que hacemos. Y me encantaría que todo el mundo dejara de actuar como si los bebés no existieran. Existen, son el futuro, y si no fuera por ellos este mundo no tendría sentido. Así que vivamos acorde con sus necesidades y no al revés. Todos. Madres, padres, gobiernos, empresas. Si esto sucediera quizá seríamos, las madres (y los padres), todos, un poco más libres a la hora de hacer o no hacer ciertas cosas e iríamos un poco más a la par... O eso quiero creer.

Es que parecemos tontos, a veces. O inhumanos, no sé.

Feliz maternidad.

jueves, 4 de diciembre de 2014

Conversaciones en el coche

Hace poco me perdí con el coche volviendo de un curso. Soy novata conduciendo, me saqué el carnet embarazada de Nora, y creo que nunca lograré ya hacerme con las carreteras de Madrid, con las “emes” y el tráfico. Llevo demasiado tiempo de copiloto, mirando el cielo por la ventanilla del coche o del tren o del autobús, sin preocuparme de por dónde me llevan.

Así que me perdí por la M-30, tragué saliva y vi cómo me alejaba más y más de mi destino sin atreverme a salirme porque más miedo aún me da entrar en el centro... Acabé en la M-40 y desde allí conseguí salir a mi autovía.

Cuando llegué a casa de los abuelos de Leo, para recogerle a él y a Nora, lo conté. Que si qué lío, que si no hay quien entienda las señales, que si con tanto coche y encima de noche es más difícil... Leo me preguntó que si me había perdido y al decirle yo que sí lo primero que dijo fue: ¿y te ha dado miedo? Y poco más.

Hoy, en coche conduciendo con los dos (con Leo y con Nora), volviendo a casa, empieza la siguiente conversación, que intento reproducir lo mejor posible, aunque es muy difícil retener tanta información, sobretodo en el lenguaje de un niño que aún se inventa tiempos verbales:

-Mamá, ¿te acuerdas de un día que volvías de un sitio y te perdí y ibas a un sitio que estaba yo?

-¿¿Qué??

-Sí, que yo estaba en un sitio y tú te perdiste y te fuiste a otro sitio... Una vez, ¿te acuerdas?

-Aaaah sí, el otro día, que me perdí con el coche volviendo de un curso.

-¡Eeeso decía!

-Sí, iba a casa de los abuelos, ¿te acuerdas? Tú estabas allí con ellos, ¿verdad?

-Sí. ¿Y estaba muy oscuro?

-Nooo. Había luz en la carretera, mucha luz.

-¿Y si había mucha luz por qué te perdiste? (ahí, dando ánimos).

-Pues hijo, porque había muchos coches y no me fijé en la señal.

-¿Qué, mamá? ¿En la señal?

-Sí, un cartel que había y que yo no vi.

-¿Era muy pequeño y por eso no lo viste?

-Que va hijo, era muy grande, así en lo alto de la carretera, pero no me fijé, es que había muchos coches (ya catarás tú la M-30 y lo entenderás...).

-¿Y te fuiste muy lejos?

-Un poco... No mucho.

-¿Y te dio mucho miedo?

-No no, no me dio miedo, sólo que tuve que encontrar el camino para llegar a casa.

-¿Y qué ponía en el cartel?

-Pues ponía “por aquí se va a casa”, y una flecha. Pero no lo vi y me pasé.

-¿Y cuando te paseste fuiste a otro lado que no era casa?

-Sí.

-¡Y entonces ya no podías volver!

-Sí, lo que pasa es que tuve que ir por otro camino.

-¿Otro camino que no era el camino que vías en el cartel que ponía “por aquí a casa”?

-Sí, otro camino.

-Mamá, y tú estabas sola.

-Sí, cariño.

-Pero mamá, perderse por otro camino y si no hay luz... ¡eso da mucho miedo!

-Qué va, yo no tenía miedo Leo, además así la próxima vez me sabré mejor el camino (ni de coña).

-Pero si yo voy solo por un camino y me pierdo, ¡tengo mucho miedo!

-Claro cariño, porque eres un niño, pero no pasa nada porque los niños siempre van con un mayor a los sitios, así que no te preocupes que no te vas a perder. Siempre vas a ir con papá y mamá.

-Mamá, pues puedes ir tú con un mayor, que sea más mayor que tú, y así no te pierdes, él te enseña el camino.

-Pues sí hijo, tienes toda la razón.

-Mamá, si yo fuera contigo no te ibas a perder porque yo sé, hay que fijarse en el cartel. Tienes que fijarte mucho en el cartel. El cartel de “por aquí se va a casa”. Mamá, a mí no me da miedo, si yo fuiba por allí yo no me perdería porque yo sé.

A todo esto llegamos a casa y empieza a contárselo al padre, que lógicamente no se entera de nada. Le pongo en antecedentes y sigue:

-Mamá, yo sé ir por el camino del cartel.

-¿Ah sí?

-Sí. Está a la derecha. A-la-de-re-cha. Fíjate bien.

-¿¿Ah sí??

-Sí. ¡Creo! Creo que es a la derecha. No, o a la izquierda... Mamá, hay un cartel de “fíjate bien”. Fíjate bien mamá, un cartel de “fí-ja-te bien” para el cartel de “por aquí se va a casa" (aquí ya me aguanto la risa).

-Mamá, acuérdate, el cartel grande que está arriba hasta el cielo...

En fin, toda esta matraca mientras yo conducía, así, sin parar. Los niños son increíbles. Me alucinan sus razonamientos y su lógica. Su mente.

Y para terminar, le dice a su padre:

-Oye papá, y cuando mamá estaba sola perdida, y yo en casa de los abuelos, ¿tú dónde estabas? :-DD