jueves, 27 de agosto de 2015

39 razones para amarte



Porque hiciste magia en unas fiestas hace 21 años.

Porque eres sincero.

Porque te conoces a ti mismo.

Porque aprendí contigo a expresar mis sentimientos.

Por un beso en la boca que me pilló por sorpresa.

Porque te pones muy sexi cuando tocas la guitarra.

Por ese primer te quiero justo antes de subirte al bus.

Porque una vez me regalaste una nube.

Porque mantienes la llama viva.

Por poner banda sonora a mi vida.

Por mirarme de esa manera. Por mirarme siempre.

Por acompañarme y apoyarme como nadie en mi primer embarazo, por comprenderme y cuidarme.

Por esa forma de estar y de vivir mis partos.

Por aquellos jueves en el Sandra.

Por tu inteligencia y sensibilidad.

Porque me haces reir a carcajadas.

Porque después de tanto tiempo sigues sorprendiéndome.

Porque has defendido la lactancia materna a muerte.

Y porque tomaste las riendas cuando fue necesario el destete de Leo.

Porque acoplar la cuna a la cama te pareció lo mas normal.

Y porque siempre has respetado mi forma de criar.

Porque deseas mi felicidad y trabajas para conseguírmela.

Porque nunca te rindes.

Por tus labios.

Por tus manos cuando tocas y cuando me tocas.

Porque te deseo y mi cuerpo te llama si pienso en ti.

Por los abrazos interminables en las despedidas.

Por las pellas compartidas en el instituto.

Porque olías mi pelo.

Por las canciones que me escribiste.

Porque sabes ver en los demás lo que a mí se me escapa.

Porque hubo un tiempo en el que me conocías mejor que yo misma y me ayudaste a conocerme mejor.

Porque reconoces tus fallos y eso te hace más perfecto.

Cuando sonríes mirando a nuestros hijos.

Por tu paciencia con ellos y tu entrega como padre.

Porque eres un artista.

Porque haces que me sienta bella y deseada.

Porque eras diferente al resto (y lo sigues siendo).

Porque has mostrado tu corazón desnudo ante mí y es tan grande y hermoso que lo quise como hogar. Y allí quiero vivir y morir.


lunes, 24 de agosto de 2015

De bebé a niño de alta demanda



Leo el último post de Marujismo y el de Mamá sin Complejos. Éste último fue uno de los primeros que descubrí al empezar en la blogosfera maternal, el de Diana uno de los últimos grandes descubrimientos.

Los dos me llevan a Leo. A su esencia, a su forma de ser, a su crecimiento y su evolución.

Siempre he tenido muy presente el término “Bebé de Alta Demanda”. En su momento consulté webs, analizaba comportamientos y casi todo me cuadraba. Después, simplemente, empecé a aceptar a mi hijo (o al menos a intentarlo). Ahora sé que en gran parte (en casi toda la parte) todo depende de mí. Que mi hijo es como es, no tiene ningún “fallo”, no hay que cambiarle, somos los demás los que tenemos que mejorar para aceptarle y respetarle. Él sólo es desgarradoramente sincero y auténtico. ¿Alta demanda? Quizá sí, quizá sea simplemente que su personalidad no encaja, que es diferente, quizá tenga algún trastorno o de mayor será “el rarito”. Estamos en ello, porque queremos averiguar todo lo posible sobre nuestro hijo, para ayudarle en todo lo que podamos, para que sea todo lo feliz que pueda. Yo utilizo el término porque en su momento me ayudó a entender y porque es una manera de ayudarme a ayudarle.

Es muy difícil.

Ahora que va a cumplir pronto 5 años, me adueño de la reflexión de Belén y siguiendo la lista que encuentro en el post de Diana os cuento cómo ha evolucionado mi bebé de alta demanda hasta lo que es hoy, un niño de alta demanda (esto lo tengo clarinete):

Son intensos en todo lo que hacen

De bebé no siempre. Era intenso en lo “negativo”; al llorar, en las rabietas, en su necesidad de contacto con mamá... Pero era un bebé serio, sus demostraciones de alegría no eran intensas. Esto ha ido cambiando con el tiempo. A partir sobretodo de los dos años y medio esa parte de su personalidad despertó y ahora sí puedo decir que es intenso en todo, en la alegría y en la tristeza, en la salud y en la enfermedad... :-D Hasta límites insospechados donde todos perdemos la paciencia, él el control sobre su propio cuerpo y el final es una tragedia. Es intenso al hablar, al razonar, al discutir, al jugar... Todo lo lleva al límite. Pero eso no quiere decir que sea un valiente aventurero. Es un niño muy prudente, con muchos miedos y sus momentos de calma. Y no sé cómo explicarlo, pero esos momentos son también intensos.

Absorbentes

¡Cuántas veces habré pronunciado esa palabra desde que soy madre! Sí, me absorbe toda la energía, me come mi espacio vital, me descoloca tanto a veces que saca lo peor de mí... No hay tregua con él, no juega solo, todo el rato te demanda atención, “mamá”, “mira mamá”, “oye mamá”... A veces, cuando se le une su hermanita, creo que me voy a volver loca.

Desde el mismo día en que nació fue absorbente... y yo no pude hacer otra cosas que dejarme absorber, y no me arrepiento de nada. :-)

Maman frecuentemente

Él siempre fue rápido al alimentarse. No se tiraba horas en la teta, en 10 minutos me despachaba... Pero pedía mil millones de veces al día. Al año tuvo un pico muy grande, cuando nació su hermana; a los dos, otro... Leo ha pedido siempre mucha teta, mucha. Muchísima. Y la utilizaba para todo. Consuelo, entretenimiento, refugio, escondite...

Son muy demandantes

Es lo que más he usado para definir a mi hijo. Más que bebé de alta demanda, bebé muy demandante. Y ahora sigue siendo así. Mucho. No le gusta estar solo, nos demanda para jugar, para dormir, nos pide ayuda constantemente, sigue necesitando mucho contacto físico...

Tienen frecuentes despertares

Eso acabó, ¡menos mal! Leo se despertaba innumerables veces. Cuatro, cinco, séis, siete... hasta los dos años y medio o más. Hacia los 3 años ya sólo se despertaba una vez (aunque ahí llegó la época de los terrores nocturnos). Y sobre los 4 empezó a dormir del tirón. Eso sí, lo de dormir solo es muy reciente, hasta hace DÍAS, su padre dormía con él en la misma habitación. Lo que sí sigue necesitando es que nos quedemos con él hasta que se duerme.

Suelen estar insatisfechos

He sufrido mucho pensando que mi hijo no era feliz. Ahora ya no, sé que lo es porque sus momentos de alegría son ¡TAN alegres! La intensidad nos salva. ;-) Pero lloraba por todo, se quejaba por todo... Demandas y más demandas, continuamente... Lo hemos pasado mal, al verle sufrir tanto a él en sus rabietas, al verle sin jugar, alejándose de los otros niños... Ahora es distinto, SÉ que es feliz, se ríe a carcajadas, sus ojos me lo dicen, disfruta con mil cosas, pero esa insatisfacción sigue ahí; quizá sea algo de perfeccionismo, pero el caso es que no se conforma con cualquier cosa. Aquí me da por pensar otra vez que esto es muy propio de él y sólo de él, que es su personalidad, que cada bebé y sobretodo niño de alta demanda es diferente y no hay que caer en las generalizaciones.

Son impredecibles

Bueno, nunca fue un bebé de rutinas pero a la vez las cosas tenían que ser de una determinada manera. Sí hay algo de “nunca sabes por dónde va a salir”, y ahora que es mayor, va madurando y nos sorprende con grandes avances que no nos esperamos. Y sí, “se le cruza el cable” de repente en muchas ocasiones. Y suele acabar en berrinche o rabieta.

Hipersensibles

Hipersensibilidad sensorial manifiesta. Y de la que no es sensorial también, tanto que a mí se me escapa, estoy en periodo de aprendizaje. Su padre lo capta mejor, son tal para cual en eso. ;-)

Son muy activos

De bebé no. Rotundamente no. Otra cosa que me hacía dudar sobre si mi hijo sería un “BAD”. No era de esos bebés que se te escapan de la manita y echan a correr. En el fular o en la bandolera era feliz (contacto físico), empezó a caminar a los 14 meses y a correr y saltar mucho después... Creo que en parte era porque le daba miedo.

Pero ahora... ahora no para. No se está quierto. Ni en el sofá viendo la tele. Da saltitos para expresar alegría o mientras está esperando algo. Corre, se te tira encima, se frota contigo (hipersensibilidad sensorial). NO SE ESTÁ QUIETO.

Eso sí, en el cole no. En el cole... es otro niño (o era, porque a finales del curso pasado ya empezó a despuntar el auténtico Leo, por lo que nos contó su profe).

Necesitan contacto físico día y noche

Pues eso. Era así y lo sigue siendo. Evidentemente hay avances, ahora duerme solo en su camita. Pero por el día nos busca. Busca tocarnos, abrazarnos...

No se calman solos

Pero, ¿qué bebé o niño pequeño se calma solo? El mío no, desde luego. Pero Nora tampoco, y aunque Nora es muy demandante, no es tan “de libro” como Leo... O al menos no tan heavy.

Son sensibles a la separación

De bebé, una exageración. Ir al baño en casa de alguna amiga era un drama. Nadie podía cogerle. Tuvo una ansiedad por separación brutal. El cole fue chungo también, mucho. Muchísimo.

Pero ahora lo lleva muy muy bien. En esto es en lo que más ha cambiado. Este verano ha estado con los abuelos en el pueblo dos semanas. Tenía muchas ganas de vernos ya al final, ¡¡pero allí se lo ha pasado genial!!

¿Conclusión? Mi hijo es casi más de alta demanda ahora que de bebé. Ups. ;-) No, lo que ocurre es que su personalidad va aflorando, se hace más rica, más compleja, más completa, Leo va madurando y lógicamente nos encontramos con más situaciones que solventar, con más características de él que descubrimos, con más “primeras veces”... Experimenta, juega más, ¡vive más! Y todo esto da pie a que su carácter se muestre. Además cada vez es menos reacio a mostrarlo, va venciendo su timidez, sus miedos, ¡se hace mayor! Es más auténtico y más Leo. Y eso hace que veamos en él más aspectos de su personalidad: ese perfeccionismo, esa frustración que es nuestro caballo de batalla también, como decía Belén; sus enfados, sus grandes rabietas (que sigue teniendo...).

Pero también vemos su madurez, su aprendizaje en el control de las emociones, sus razonamientos de niño mayor. Le vemos ceder a veces en algo, le vemos intentar no estallar. Conversamos con él y él se abre a nosotros cada vez más.

Es único y maravilloso. Y sí, es diferente. Lo va a ser toda la vida. Y nosotros... pues sólo nos queda eso, seguir aprendiendo de él y gracias a él. :-)

viernes, 31 de julio de 2015

Cosas que hacemos este verano

Las vacaciones y el verano son lo mejor del año. Siempre lo han sido para mí. Este año las olas de calor están intentando a toda costa hacerme cambiar de opinión, pero el verano, con 40 grados o con 30, tiene muchas cosas especiales y maravillosas: tiene más luz, tiene menos rutinas. Tiene tiempo, aunque a veces con niños no sepas cómo llenarlo en las horas de más calor. Tiene olor, a crema solar. Tiene brisa nocturna que alimenta (¡o tenía!) y cañitas en las terrazas. Tiene playa y menos obligaciones. Tiene vestidos de tirantes y helados.

Y hay más tiempo para hacer cosas con los niños, y aunque vean muchos dibujos (muchos, sí...) sigue sobrando tiempo. Y están las mañanas, las tardes y las noches enteritas, de cada día... Sí, tenemos mucha suerte de poder disfrutar de todo este tiempo juntos, de poder vivir sin prisas.

Este verano, con tanto calor, vamos mucho a la piscina, casi todos los días. Y disfrutan chapoteando y flotando en el agua. Leo está empezando a nadar, con cinturón de corcho, y está emocionado. Se le da muy bien. Salta desde el bordillo una y otra vez y cuando sale por fin se pone su poncho y se acurruca unos minutos en nuestra toalla. ¡Y se lanza también sin cinturón! Mientras tanto, Nora flota, gira, da grititos, juega en el agua...


Hemos ido al río y han tirado piedras, un super pasatiempo para cualquier niño. Y hemos visitado un castillo que a Leo le encantó. Es genial cuando compruebas que se conforman con tan poco.


Hemos estado en el pueblo, con eso estrenamos el verano, y han ido a dar de comer a las gallinas, y se han traído huevos. Hemos ido al campo y Leo ha jugado con los perros y los gatos y han dado un paseo con un palo en la mano :-). Leo ayuda también al abuelo a regar el huerto y las plantas, le gusta mucho.


Hemos ido al Aquópolis y Leo ha disfrutado muchísimo tirándose por los toboganes y en los chorros de agua con sus amiguitos. Y también ha visto un par de conciertos de rock cerca de casa y ha vencido su miedo a los sonidos fuertes hasta acabar en la primera fila. Estaba concentradísimo escuchando y observando. Mientras, Nora correteaba de un lado a otro (y yo detrás de ella, por supuesto, donde va ella tiene que ir mamá, jaja).


La música es protagonista este verano. A Leo le gusta tocar la batería y toca con dos palos y la tapa de una caja de cartón. ¡Lo vive! Se estrenó con un tambor que le hicimos su padre y yo con un bote de Nesquik y una cuerda en la fiesta de fin de curso. Nora le imita y se montan los dos unos conciertos con baile incluído que son para grabarlos. Además, su padre ha rescatado un viejo Casio y se lo lleva a todas partes, y toca sobre los diferentes ritmos y cambia los sonidos y lo maneja que da gusto. Y lo mejor es que tocan juntos padre e hijo, cada uno con su teclado. "Ahora tú la batería y yo la guitarra". :-) ¡Y se está aprendiendo canciones!

 Nora ya construye torres sui generis con el lego. Y Leo últimamente hace la Puerta de Alcalá. ;-)

Cantan mucho. Y se pelean mucho. Y se quieren mucho.

Seguimos jugando mucho al parchís durante la siesta de Nora.

Hemos jugado también con las emociones del Monstruo de Colores y tenemos los botes hechos en la estantería, incluído el que hizo Nora, una mezcla a la que Leo bautizó "colores". Leemos bastante ese cuento. Seguimos necesitando todos mucho verde. :-)


Les he hecho últimamente algunos juguetes, un armario para los cacharritos que Leo me ayudó a pintar con témpera, unos puzzles con palos de polo y fotos, un memory... Ya os los enseñaré.

Hemos ido al teleférico y a merendar al Templo de Debod. Un buen plan para pasar la tarde o incluso el día entero. En la estación de Casa de Campo hay un restaurante con terraza-mirador, y por supuesto la propia casa de campo. En el Templo de Debod sombra, columpios, agua, vistas preciosas...


Juegan juntos, normalmente haciendo el bruto, pero se divierten mucho. Les gusta tirarse por el suelo, revolcarse, correr, imitarse, hacer el payaso a la par.


Hace 5 días llevé a Leo al pueblo con los abuelos. Esta vez para quedarse él solo, 15 días. El verano pasado lo hicimos por primera vez y fue bien. Este año lo estaba deseando. Se lo está pasando en grande, no para. Eso sí, se acuerda mucho de Nora. Hoy miraba una foto de ella en el móvil de la abuela y decía: "qué guapa es... ¡es que la quiero mucho!". Y curiosamente, yo le estoy echando más de menos que el año pasado. Aquí nos hemos quedado solos los papis con Nora, pero por poco tiempo porque en un par de días yo me voy una semana solita a la playa con amigas. Me he lanzado y no sé si serán demasiados días para Nora, pero confío en que esté preparada. Se queda con su papá y con la ayuda de los abuelos. ¡Qué suerte tenemos con los abuelos, con los cuatro!

A la vuelta tocarán vacaciones familiares, los cuatro juntitos a la playa. Otra cosa que Leo está deseando ansiosamente. ¡Qué ganas de verles disfrutar en el mar!



Os lo contaré todo a la vuelta. ¡Felices vacaciones!

jueves, 16 de julio de 2015

2 años y medio como mamá de 2


Mi pequeña Nora. Pequeña y dulce Nora. Dulce y desesperante Nora. Hoy cumples dos años y medio. Eres muy mayor, aunque depende del momento tú dices que eres pequeñita. Creo que te haces un lío a veces. O igual eres más lista que nadie.

Llevo tiempo queriendo preparar esta entrada, y me cuesta. Porque me superas, porque sé que me quedaré corta. Que no podré dejar escrita aquí tu alegría, tu sonrisa, tus contradicciones maravillosas.

Hablas como una niña mayor. Me dices que me quieres, y que me quieres mucho, incluso me dices “te quiero mucho, cariño”, ¡imitándome! Imitas e imitas, sobretodo a tu hermano pero también a mí en un gesto casual, en una postura. De repente te veo mirando atentamente mis piernas y poniendo las tuyas exactamente igual, o mirándote al espejo del ascensor mientras copias la postura de mi mano izquierda en mi sien. Entonces te miro, me río, suelto la carcajada y tú te ves descubierta y te ríes conmigo.

Eres una brujita, un lorito (si Leo dice: ¡quiero agua!, tú dices ipso facto: ¡quiero agua!), una mayor y mi bebé. Porque me niego a que dejes de serlo. Sí, ya caí en el tópico. Es que eres la última, hija, sé que ya no vendrán más bebés, que a tu padre y a mí se nos iría la salud y la misma vida con un tercero, y entonces pienso que en menos de nada tendrás 3 años, y me acuerdo de Leo a esa edad, ya en el cole, y me acojono. Y me asombro, porque el tiempo ha pasado muy rápido, a pesar de que han pasado millones de cosas en los dos últimos años. 


-Mamá, tengo una idea. Ven un momento. Eso es que quieres algo de mí, que te lea un cuento o juegue contigo a algo. Ven, ven. Y haces el gesto con la mano. Como si no supiera yo que me vas a secuestrar de nuevo. ;-)

-Mamá, los abuelos no me dan vergüenza, ¡porque son los abuelos!

Sí, eres un poco tímida, asustadiza con los desconocidos. Y siempre quieres estar con mamá. Aunque a veces también con papá, y menos mal porque demandas mucha atención, ¡mucha! Y lloras y lloras cuando no soy yo quien te cambia el pañal, o cuando me siento en el bordillo de la piscina y tú quieres que me meta dentro... Bueno, realmente lloras por muchísimas cosas. Y muy fuerte, ¿sabes? A veces me aturdes, porque me pides que esté ahí y no dos milímetros más allá... por ejemplo.

Ahora sobretodo lloras por Peppa Pig. ¡Qué enganche con la cerdita! Y cuando te decimos que no puedes verla más siempre lloras y pataleas y te tiras al suelo.

Gesticulas mucho, para todo. Y hablas mucho. Preguntas mucho. Por qués sin tregua cada día. Y explicaciones; y cantas, canciones enteras. ¡Y te las inventas también! A veces tarareas y a veces pones letra. Nos sigues haciendo reir muchísimo. 


Has empezado a dibujar, hasta hace poco no te interesaba. Haces rayajos preciosos y quieres que los colguemos en la pared donde están los dibujos de Leo. Y sigues teniendo tus momentos de abstracción con el lego o con tus composiciones de juguetes... Son breves, pero valen su peso en oro. Y me gusta verte tan concentrada aunque sea unos pocos minutos.

Sigues comiendo lo que quieres y cuando quieres, que se traduce en muy poco. Ah, y de pie. Te encanta comer de pie.

Y también te encanta jugar con Leo y hacerle de rabiar. Os pasáis el día peleando y si no llora uno llora otro. Es cansado a veces.

Pero siempre sacas tu sonrisa, tus mimos, tus besos... y lo vuelves a iluminar todo. Aunque al rato vuelvas con otro berrinche, con otra demanda. Incansable. 


Te gusta la piscina, flotar en el agua, jugar con la cocinita y los cacharritos, que te leamos cuentos y leerlos tú sola (mola mucho oirte, contando a tu manera, a veces casi literalmente, tus preferidos del momento). Cantar y bailar, hacer el tonto, reirte con Leo. Que te acaricie la espalda para dormirte, pegarte mucho a mí en la cama (bueno, y en todos los lados) y comer cerezas, melocotones y sandía. También sopa, croquetas y por supuesto pasta con tomate frito. Ah, y la tortilla francesa, pero como a Leo no le gusta nada el huevo, si te hacemos tortilla a él le hacemos otra cosa, y entonces tú siempre siempre quieres lo que tiene él. Así que en la práctica a tí tampoco te gusta el huevo, ¡qué se le va a hacer! :-D


Sé que cuando acabe este verano echaré la vista atrás y me parecerá increíble lo mucho que habrás crecido. Llegará el otoño y serás toda una niña, ya no una bebé. Con más ocurrencias aún, con más coquetería aún (¡lo que te gusta la ropita nueva! Nada que ver con tu hermano a esa edad), con más ganas aún de relacionarte con otros niños (estás haciendo ya algún pinito, no te desagradan). 

Y nos queda la vida entera aún...  para que nos sigas haciendo felices. Te quiero mi niña, mi bebé, mi Nora.


domingo, 12 de julio de 2015

17 días de calor

...y lo que nos queda. En Madrid, donde yo vivo, nos queda aún una semana entera por delante con máximas de 39º y mínimas que el viernes, por ejemplo, serán de 25º. El fin de semana al menos las máximas bajan a 36º.

Parezco el parte meteorológico, lo sé. Pero cuando vives con dos niños pequeños y ultrademandantes en un piso sin aire acondicionado que es un horno (33 grados en el salón y un efecto invernadero de lo más rico), pues acabas mirando la aplicación del móvil de la AEMET cada día como si esperaras encontrar la solución a todos los males de este país.

Y claro, no llega.

Os describo mi estado de ánimo: pesimista, cansada, apática, inapetente, hastiada, de mala leche.

Le sumo unos hongos que se vienen arriba con el calorcito y la humedad de la pisci, los cabrones; dolor de garganta y malestar general que debe ser debido al único virus superviviente a esta ola de calor; mezclo con una mega rabieta de Leo, añado un millón de “mamás” de Nora, 200 caprichos de niña de dos años (de niña mía, claro, las de los demás no son así), 40 peleas de hermanos, 350 gritos infantiles que superan los decibelios de una discoteca de las chungas (¿las hay que no lo sean?)...

Y ya tenéis mi vida.

Me siento recluída en mi propia casa, con escapadas diarias a la piscina, a 10 minutos en coche. Una piscina grande, con sombras, kiosco, ideal para niños... Un lujo de piscina. Pero saber que es el único sitio a donde podemos ir hace que sea un poco asfixiante también. Por las mañanas nos ayudan los abuelos y están con los niños unas 2-3 horas en su casa, que es un chalet y tiene una piscinita inflable.

Comencé la ola de calor yéndome yo solita al pueblo con mis hijos y mis padres. Para qué mentir, un coñazo, la casa es pequeña, para mí incómoda... y aunque mis padres son un encanto y nos llevamos muy bien, ya he comprobado muchas veces qe mejor cada uno en su casa... ;-) Horas muertas en un pueblo de Extremadura, las tardes son largas y las mañanas con ola de calor también. A las 11 era ya imposible salir.

Me salvan los ventiladores de techo, llevamos ya tres en casa. Los amo.

No me apetece leer cuentos, hacer manualidades, inventarme entretenimientos caseros... Ni sacar las témperas, ni jugar a nada. Y en esta casa hay que jugar, o juegas o mueres. Porque por supuesto mis hijos no se entretienen solos.

Necesito salir de esta rutina abrasadora. Sólo espero que la semana que viene sea la última con temperaturas tan altas. Por favor. Y lo próximo será averiguar cómo refrescar un poco esta casa.

Por supuesto, en agosto nos vamos a la playa. Apuesto uno de mis ventiladores a que hace mal tiempo.

Y al final, lo peor es que acabo gritando, enfadada, exploto y pierdo la paciencia en uno de los ataques de Leo, en uno de sus superenfados. Y no es justo, lo sé. Y empiezo a pensar que esto no va a mejorar, que los retos a los que nos somete Leo son cada vez más complejos, difíciles y bestiales. Y tengo hasta miedo. Porque no sé cómo ayudarle, ahora mismo lo tengo clarísimo. Estoy muy perdida. Y muy harta.

Lo que sí sabemos es que vamos a buscar ayuda. Ayuda para él y para nosotros. Despejar dudas, acudir a profesionales y descartar y confirmar lo que haga falta.

Ayer fue un buen día, fuimos a La Pedriza y metimos los pies en el río y luego vimos el castillo de Manzanares el Real y cenamos en una terraza. Me gustó salir de la rutina, Leo disfrutó mucho y Nora... ¡Bueno, dejemos a Nora para otro post! Pero desgasta tanto esta vida, este amor, esta crianza y este vivir entre explosiones de emociones y montañas rusas... Y el calor no ayuda a tener fuerzas ni energía.

Hasta este año, el verano era mi estación favorita y me declaraba fan del Sol.

¿Lo superaremos? Hoy, ahora, no soy capaz de afirmarlo del todo. Espero que sí, deseo que así sea. Juntos. Siempre juntos. 



martes, 23 de junio de 2015

Y así Nora dejó de tomar teta... (creo)


Hace ya más de un año que conté cómo Leo dejó la teta. Ahora puedo decir que Nora la ha dejado también, a sus 2 años y 5 meses, de una forma mucho menos traumática, sin llantos, sin agitación, sin culpas. Debe llevar más o menos unas 5 semanas sin tomar, exceptuando 4 ó 5 veces contadas. Pero esto es sólo el final. Empecemos por el principio.

Nora siempre ha sido un poquito menos “yonki” de la teta que su hermano. A pesar de eso, ha pedido lo que ha querido y más, ha tomado a demanda cada día y cada noche, muchas veces. Teta hasta los 6 meses de forma exclusiva y después poquito a poco admitiendo más alimentos, con el paso de los meses. Por supuesto se dormía con la teta, tomaba teta en los despertares, se calmaba en la teta... Aunque con ella he vivido la sensación de ofrecérsela y verme rechazada. Un no rotundo a su alimento y su refugio. A veces ella quería otra cosa, quizá sólo brazos, quizá sólo atención, quizá sólo desahogarse... Con Leo jamás experimenté eso.

Hacia el año y medio ya pedía teta cada 5 minutos; lo normal. Dicen que lo es, que descubren que la teta es también una forma de entretenerse, y empiezan los chupitos, las veinte mil tomas al día...

Pero yo no quería que me pasara como con Leo. No quería que el fantasma de la agitación volviera, y muy muy imperceptiblemente lo notaba cerca, a veces, un poquito sólo, pero lo suficiente como para crear una leve sombra...

Así que empecé a decirle a Nora que la teta en la calle no, en el parque no. Y bueno, a veces me hacía caso. Otras no. Pero cada vez más. Hasta ahí mi experiencia anterior me avalaba. Con Leo hice lo mismo y funcionó. Le ofrecía algo de comer, le entretenía...Y aquí se acabaron las similitudes.

Después empecé a notar que pedía menos también en casa. ¿Pero tú le das teta alguna vez? Me decía su padre. Si siempre la dices que ahora no puede ser...

Bueno, es que me funcionaba. Y yo misma pensaba: si no insiste será que no la quiere... Si se ponía insistente, le daba.

Y así llegamos a los dos años y poquito a poquito yo veía que Nora pedía mucha menos teta. Quizá le daba 2, 3 veces al día a lo sumo, y eran minitomas de 5 segundos a veces...

Y paralelamente, empecé a decirle que por la noche la teta tenía que descansar. Y le propuse darle una sola toma en la cama y luego ya dormirla con canciones y caricias. Eso fue muy fácil. Alguna noche protestó, lloró, “quiero teta, quiero teta otra vez”, pero nada dramático, nada que me hiciera replantearme nada.

¿Estaba comenzando a destetarla? Sí, supongo que sí. Sin fecha de fin, sin expectativas, simplemente probaba qué quería ella y con qué podía quedarse...

Las noches pasaron a ser de una sola toma antes de dormir, y en los despertares seguía pidiendo. Así estuvimos mucho tiempo. Pero yo cada noche le decía: “Nora, las tetas están cansadas, esta noche si te despiertas, mamá te da besos, abrazos... pero teta no, ¿vale?”. Yo le ofrecía los mismos besos y abrazos que le daba antes de dormirla, después de su única toma. Pero en los despertares no colaba, y si me pedía, yo le daba.

Y poco a poco... no sé cómo... Dejó de pedir. Sólo a veces. En algunos. Y poco a poco... empezó a despertarse menos. Muy poco a poco. Una, dos veces. A veces tres, pero las menos.

Y una noche salí, y el papá pudo dormirla. Increíble. Sin teta. Les costó, no lo voy a negar. Nora lloró un poco llamándome. Pero es una niña que se conforma si le explicas las cosas (bueno, esto está cambiando un poco ahora... ains). Y después hemos repetido la experiencia, y ha mejorado. Sin llantos, que es lo importante.

También empecé a decirle que si quería podíamos dejar la teta, la única toma de antes de dormir, y cambiarla por abrazos directamente. Y a veces me hacía caso, aunque casi nunca. Y a veces se le olvidaba pedirla. Y yo alucinaba. Creo que ahí empezaron nuestros abrazos en la cama acompañados de nuestros “te quiero muuucho” :-)

Finalmente llegó mi operación. Hace unas 5 semanas. Dormí en el hospital una noche y al volver a casa fue el padre el que siguió ocupándose de ella. Yo no podía arriesgarme a que me hiciera daño en la herida, dormíamos juntas, así que me trasladé con Leo y el papá se quedó con ella.

Y al dormir con el papá, dejó de pedir teta. Cambió su ritual. Al principio se quejó un poco, pero una vez más nada importante, y enseguida lo aceptó de buen grado. Y así llevamos desde entonces.

A veces, en los despertares, me llama llorando. Pero a veces está muy muy dormida, es como si estuviera soñando. Alguna vez lo hizo, de hecho, durmiendo yo con ella, antes de la operación. Lo de llamarme llorando estando yo a su lado.

Se va a dormir contenta con papá, se despierta muchas noches una sola vez... Y en este tiempo me ha pedido teta por el día, de repente, 4 ó 5 veces, y yo le he dado y apenas se ha enganchado. Hacía ya mucho tiempo, meses, que en la toma de por la noche no mamaba, sólo “chupaba” sin sacar leche, durante unos 3 segundos. Casi ni hacía succión, era como si me diera un beso. Es curioso, no sé por qué empezó a hacer eso. Yo le preguntaba si sacaba leche y me decía que sí, pero era imposible, ¡no le daba tiempo! Esto lo empezó a hacer al llegar a los dos años, más o menos...

Y así, poco a poco, sin darnos cuenta, lo hemos dejado. Evidentemente yo lo he incitado, lo he provocado... Pero con Leo intenté hacer también todas estas cosas y no me funcionaron. Sobre todo en todo lo que respecta a la noche, era impensable. Por eso en este proceso he flipado tantísimo.

Nora nunca ha necesitado la teta tanto como Leo. Eso lo he sabido casi desde el primer día de su vida. Qué cosas, qué diferente ha sido y también qué igual en otros aspectos.

Y ahora, por primera vez en 4 años y 8 meses, no amamanto a nadie. Y es un poco raro, pero me gusta. Porque creo que mi momento había llegado. Porque es lo que yo quería. Porque Nora lo ha aceptado sin dramas. Y ahora me queda la nostalgia, buscar fotos que no tengo con ella mamando de mi pecho (consecuencias de ser la segunda hija...), recordar, abrazarla y reírme con ella... Y me alegro de no sentirme mal, como me pasó con Leo. Me alegro tanto de que haya sido así, tan fácil y natural...

Sé que el mérito es de ella. Sus necesidades empezaron a cambiar, evolucionaron... Con mi niño, con Leo, no fue así, él se agarraba tanto a la teta, se agarró hasta el final, el pobre... y se la quité, así de claro, sin quererlo él ni un poquito. Pero es que Leo y Nora son muy distintos en algunas cosas, y esto es una buena muestra. Bueno, yo más bien diría que Leo es tan tan especial, tan diferente, que Nora no podía ser igual...

Así que mi niña ha tomado teta hasta los dos años más o menos, y los últimos meses hasta ahora, hasta sus 29, han sido una despedida, o más bien un abandono... Sin apenas darnos cuenta y sin echar nada de menos.

Gracias Nora, gracias por ponérmelo tan fácil, mi niña. No sabes cuánto te lo agradezco... Ha sido un placer alimentarte, darte mis pechos y mirarte y amarte y acogerte en mi regazo. Todo un regalo.

Te quiero.


lunes, 1 de junio de 2015

La lactancia es feminista




Dar el pecho es muy sacrificado. No puedes seguir con la teta si vas a reincorporarte al trabajo. El pecho es muy esclavo. La maternidad devuelve a las mujeres al hogar. Los que dicen que el pecho es lo mejor no piensan en las mujeres, sólo en los bebés”.

Hay quien piensa que determinados “modelos de crianza” no le hacen ningún bien a las mujeres. Que criar “con apego”, dar el pecho, cogerte una excedencia para ocuparte tú misma de tu hijo... son acciones que perjudican al feminismo, que perpetúan roles sexistas.

Creo que una mujer (y un hombre) debe tener derecho a criar a su hijo como mejor le plazca. Por desgracia, esto no es posible en esta sociedad. Como no podía ser de otra forma, el peso del patriarcado cae sobre nuestras cabezas, pero en este caso de un modo especialmente perverso, porque además de las dificultades que nos encontramos de por sí, vemos que son las mismas mujeres que luchan por la igualdad de derechos y oportunidades las que a veces nos perjudican, nos limitan y nos reducen con su discurso.

Mis tetas, mi útero, mi aparato reproductor enterito, es mío y sólo mío. Yo decido si doy el pecho, cómo, cuánto tiempo y por qué lo hago. Es algo muy personal; tanto como la decisión de tener hijos o no tenerlos; tanto como un aborto.

Yo debería tener todas las facilidades a mi alcance para ejercer mi matenidad como mejor me pareciera. Eso, por supuesto, incluye dar el pecho sin tapujos, sin salas de lactancia, sin horarios, y sin el miedo (infundado) de que poco menos que me voy a convertir en “supermaruja al ataque con rulos” (con perdón de Marujismo) y que jamás de los jamases encontraré un trabajo digno.

Primero: como mujer, y sobretodo como persona, el trabajo me la pela muchísimo. Y me hace mucha gracia que la mayor aspiración de algunas sea encontrar un super trabajo con el que poder competir con los super hombres que trabajan 12 horas al día en super oficinas. Siempre me ha parecido muy triste y muy indignante ver a esos hombres que apenas llegan para dar el beso de buenas noches a sus hijos. Que viven para trabajar. Que no saben hacer otra cosa. Que ni a tomar una triste caña salen. Que no desconectan. Ese nunca será mi modelo a seguir, y ójala no fuera el de nadie. El mundo va como va porque la ambición nos ciega.

Segundo: a un hombre nadie le pone entre la espada y la pared de esa forma tan rastrera. Bastante tenemos con ser el sexo discriminado desde el principio de los tiempos, bastante tenemos con las dificultades añadidas que tenemos en el mundo laboral, bastante tenemos con aguantar al gilipollas de turno que nos pregunta en las entrevistas de trabajo si tenemos hijos o pensamos tenerlos, como para encima ponernos piedras en nuestro propio tejado feminista y directamente recurrir a la autodiscriminación. Resulta que no puedo dar el pecho más allá de los 5 ó 6 meses, aunque quiera hacerlo; resulta que no puedo cogerme un año de excedencia, aunque quiera hacerlo... porque tiraré años de lucha feminista por la borda, porque las mujeres no nos podemos permitir ese lujo, porque es que los hombres no se cogen excedencias y es que no cuidan de sus hijos y claro daré una mala imagen feminista y el patriarcado ganará un punto en su partido y yo al entrar cada día en la cocina haré que una mujer en un lugar del mundo pierda un derecho... Debe ser que aunque no trabaje, no puedo cocinar y comer en mi casa, igual me tengo que poner un tacón, alisarme el pelo y maquillarme (muy feminista esto, claaaro. Será que tiene más glamour que hacer una tortilla de patatas...) y bajarme al bar de abajo a comerme el menú del día por 10 euros. Mejor a las 16 semanas me reincorporo a mi puesto de MIERDA donde gano un sueldo de MIERDA en pro del feminismo y la igualdad (¡JA!), aunque yo esté jodida como una perra y echando de menos a mi bebé. ¿Se puede echar de menos a un bebé siendo feminista, o no vale esto? Ah claro espera, si los hombres echan de menos a sus bebés sí, si no, no.

Pues no, esto NO ES FEMINISMO. Esto es estupidez.

Yo soy feminista, y por eso elijo. Elijo hacer lo que me sale del coño, que casualmente es mi hijo. Y elijo quedarme a cuidarlo. Y no creo que eso sea echar nada por la borda, en todo caso es dar algo de luz a una sociedad podrida por el consumismo, la productividad y el dinero, donde los cuidados no se respetan, donde vale más un traje de chaqueta que una mano en la frente de un niño con fiebre. Muy triste.

Yo soy feminista y lucho por un mundo más humano, porque mientras este mundo sea como es, mientras el capitalismo campe a sus anchas y sólo exista lo que se puede vender o comprar con dinero, no existirá igualdad para las mujeres, y eso lo sabe la feminista más básica. O debería. De hecho, en un mundo como el que sufrimos cada día, ni cabe el feminismo ni cabe nada que merezca la pena.

Así que basta ya de decirme a mí, como mujer, hasta cuándo debo dar el pecho sin poner en peligro todo el camino andado. Porque precisamente lo que estás haciendo tú con eso es desandarlo. Como mujer elijo, elijo cuidar a mi hijo, elijo salir a mi hora del trabajo, elijo no hacer horas extra, elijo una reducción de jornada, que en realidad deberíamos tener todos y todas porque los horarios de trabajo no son compatibles con una vida digna, y si los hombres no lo eligen... ellos se lo pierden. Mientras tanto yo seguiré luchando por lo que creo que ayuda al feminismo: la sensibilización en las empresas, los gobiernos progresistas que inciden en las políticas sociales, los horarios racionales, la implicación de los hombres en los cuidados, la conciliación (que no pasa por hacer millones de guarderías desde los 0 años, NO. Pasa por entender que antes de trabajadores somos seres humanos. Que no es cuestión de subir 44 €. la pensión a las mujeres con dos hijos y ya, efectivamente, pero tampoco de equiparar la baja de paternidad a la de maternidad para que los dos tengamos 16 semanas de mierda, yo tenga que separarme de mi hijo antes de que cumpla los 5 meses, se nos complique la logística de su alimentación, se quede sin la compañía de sus padres, sin sus brazos y sin su teta, y encima no podamos repartirnos nuestras bajas como mejor nos venga a nosotros como familia)... y por supuesto la promoción de la lactancia materna:

-porque ahorra dinero, mucho dinero, a las arcas del estado.

-porque es gratis.

-porque implica que grandes multinacionales pierdan parte del poder que tienen.

-porque no quiero que se rían de mí creándome necesidades inexistentes asociadas a la lactancia artificial.

-porque una mujer debe tener acceso a toda la información sobre su propio cuerpo, su propio hijo y la mejor forma de alimentarle para ella. Y eso hoy en día no se da. Y digo mujer y no hombre porque la decisión de alimentar a un bebé con lactancia materna debe ser única y exclusivamente de la mujer, porque hablamos de su cuerpo.

-porque favorece que las tetas dejen de ser consideradas únicamente un objeto de deseo sexual. Y eso ayuda a que dejemos de ser consideradas sólo imagen, sólo sexo, sólo estética.

-porque tenemos que acabar con la represión que sufren muchísimas mujeres por el simple hecho de enseñar un poco el pecho al alimentar a su hijo en un sitio público.

-porque es el mejor alimento que puede recibir un bebé, lo producimos nosotras y nos da autonomía, libertad y poder.

-porque me gusta dar el pecho a mis hijos.

-porque tengo derecho a hacerlo.

-porque quiero.


La maternidad es una de las cosas más reivindicativas que existen. El amor también. No habrá igualdad sin cuidados, no habrá igualdad sin amor. ¿Por qué no miramos más allá?

Dejadnos elegir. Y ayudadnos, no nos pongáis piedras en el camino. Las madres lo tenemos muy difícil hoy en día (y también los padres que quieren ejercer como tales, aunque menos). No digáis que pasemos por el aro. Ese no es el camino.

El camino es cambiar la sociedad, las mentes. Cambiemos las leyes, protejámonos.

Aumentemos el permiso de maternidad. A 1 año.

Consigamos que nos reserven el puesto de trabajo más tiempo.

Que el segundo año podamos coger otra baja con la mitad de sueldo.

Que el padre pueda tener la misma baja con los mismos derechos si la mujer quiere reincorporarse a su puesto.

Dejemos que la familia elija cómo quiere organizarse.

Promovamos una baja de paternidad de 1 mes. Penalicemos a las empresas con padres trabajadores que no se acogen a ella. Luchar por una baja de paternidad más larga es, con todos mis respetos a los padres, una lucha que no es la mía. Que me demuestren que la quieren. Entonces lucharemos juntos. Pero es que yo, mujer, tengo muchas cosas por las que luchar y muy poco tiempo. Y si los puntos anteriores se cumplieran, ni siquiera sería necesario.

Acabemos con el mobbing.

Tenemos ejemplos que funcionan en otros países, pero aquí unos no quieren porque son unos machistas y otros tampoco porque no quieren que se les acuse de serlo. Y los perjudicados somos todos. Y mientras tanto este mundo sigue ignorando a los niños, sigue ninguneándolos, faltándoles al respeto sin siquiera ser consciente de que lo hace. En las leyes, en las escuelas, en los bares, en los aviones, en las calles. Y así nos va.

Las mujeres tenemos la capacidad de gestar, parir y amamantar, y los hombres no. No pasa nada, no es malo ni bueno, simplemente es así y debemos adaptar nuestra sociedad y nuestras normas a esta realidad. No podemos permitir que una mujer se quede fuera del mercado laboral sólo porque quiere ser madre. ¡No podemos permitirlo! No podemos permitir que nuestros hijos se críen en guarderías desde las pocas semanas de vida mientras nosotros, sus padres y madres, no hacemos otra cosa que trabajar para la rueda del capitalismo, para tener dinero a final de mes para pagar el recibo de las 10 horas diarias de escuela infantil y la gasolina para nuestros dos coches con los que vamos a trabajar. Es tan absurdo... Racionalicemos horarios. Revaloricemos los cuidados. Pongamos por delante lo que nos hace humanos, nuestro amor, nuestra capacidad de cuidar, nuestras ganas de darnos a los demás.

Creo firmemente que un modelo de crianza respetuoso, con apego, sin prisas, nos conduce a una sociedad mucho más evolucionada, generosa, solidaria e igualitaria.

Por todo esto quiero luchar.

Soy madre, doy el pecho, cogí una excedencia y soy feminista. Siempre lo seré y siempre reivindicaré esa palabra... Aunque algunas me lo pongan un poco difícil.

Feliz maternidad.

jueves, 28 de mayo de 2015

Va de libros (V)

Esta vez mi "va de libros" va de libros de quiero tener... Mañana empieza la Feria del Libro de Madrid y sé que alguno va a caer :-) 



El primero es un clásico conocidísimo al que le tengo muchas ganas: El monstruo de colores, de Anna Llenas, ed. Flamboyant, 2012. Sí, sólo tiene tres añitos pero lo de clásico creo que es correcto. Leí una entrada maravillosa del blog De mi casa al mundo (con ideas muy buenas para trabajar con el cuento) y es cierto que es muy conocido en el ámbito de la escuela. Leo ha hecho alguna manualidad sobre él en su cole.

Creo que los libros que hablan sobre las emociones son muy útiles para los niños. Las asimilan muy bien, las interiorizan, las nombran y las reconocen. En este caso asociadas a colores, algo que supongo que les hace "verlas" más fácilmente. Estoy segura de que a Leo le vendría muy bien trabajar sobre la ira, el enfado, la calma, la rabia, la alegría...



El segundo lo he descubierto hoy mismo. Se trata de Al otro lado, de Maurice Sendak, ed. Kalandraka, 2015. Acaban de editarlo en España aunque se publicó en 1981. Trata sobre una niña que debe cuidar de su hermanito. Un día unos duendes lo raptan y dejan una réplica de hielo en su lugar...


Maurice Sendak es el autor de Donde viven los monstruos, libro que tenemos y que me encanta. Las ilustraciones son originales y bellas y la historia también, muy bien escrita, muy "literaria", me da la sensación de que sin pretender ser simple para que los niños la entiendan. En el blog Soñando cuentos se puede leer: 

"Es cierto que Maurice Sendak no es un autor fácil, ya que revoluciono el concepto que se tenía de literatura dedicada a los más pequeños [...] Su obra ha servido de inspiración a generaciones de escritores e ilustradores, siendo hoy y siempre  un autor de referencia. Como hemos dicho, no son obras fáciles y pueden tener miles de lecturas, de aquí su genialidad  [...] no solo atrapan a los más pequeños, sino que son buscadas y reverenciadas por muchos adultos, sabedores de la calidad que entraña la obra de Sendak. 

Fue quizás Maurice Sendak el que atrajo a los adultos hacia un tipo de literatura que se creía minoritaria, solo para niños, encumbrando sus libros a obras de arte, tanto por el texto y las temáticas, como por sus ilustraciones".

¿No os entran muchísimas ganas de leerlo?



Y por último, uno que conocemos muy bien porque ha estado un mes con nosotros, un libro de formato pequeño: Pequeña Luna, Elzbieta, ed. Kalandraka, 2011. Lo cogimos en la biblioteca y a Nora le encantó. ¡Y a mí! Es tierno, dulce, escrito en un lenguaje muy "de niño", pero con mucha calidad. Les llega, lo he visto con mi hija. ¡El pequeño Bubú enamora! Todas las noches mira la luna, se asombra y lo comparte con el mundo. :-) Cuantas más veces lo leía, más me gustaba...


Ya os contaré si me he hago con alguno en la Feria del Libro. ;-) ¡Feliz lectura!

miércoles, 20 de mayo de 2015

La espada de la discordia (o La espada es lo de menos)



(Hace unas tres semanas, después del cole)

Tarde en el parque. A la sombra, en un banco, fuera del vallado donde están los columpios. Estoy con una madre de la clase de Leo, su hija y él corretean cerca, meriendan, remeriendan, se aburren un rato, se entretienen otro... Mientras, Nora muy cerquita de mamá, casi no pide ni columpios. Le da por comerse un poco de tierra, juega un poco con Leo, merienda (más bien picotea...).

Leo viene desde los columpios: -Mamá, quiero una espada.

Yo pienso: “¿una espada? A saber a qué viene esto ahora”. Se vuelve a los columpios y al poco rato Nora me pide ir al tobogán. Allí está Leo y su nuevo objeto de deseo: una espada de juguete que lleva un niño de su edad.

-Mamá, ¿me compras una espada?
-No, hijo, no puede ser.
-Jooooo mamá, ¿por qué?
-Porque no podemos comprar juguetes todo el rato.

Empieza el berrinche, el llanto, los gritos. El drama. El niño portador de la espada se acerca y le dice: “no te la voy a dejar. Cuando sea tu cumpleaños te pides una”.

En ese momento se oye un grito: “¿¿cómo?? ¡Muy mal, muy mal! ¡No le digas eso, encima de que no le dejas la espada!”.

Y aquí empieza el acoso y derribo hacia esa madre por parte de mi hijo, y esa madre se alía con mi hijo y contra el suyo propio, llegando incluso a quitarle la espada por la fuerza provocando una rabieta del pequeño, que lleno de furia ante tanta injusticia se la quita ipso facto de las manos a su madre. Leo lo observa todo impertérrito, él va a lo suyo, a su objetivo: la espada. Alucinada observo cómo esa madre y mi hijo se pasean por todo el parque detrás de ese niño, cómo hablan, confabulan, se hacen cómplices... No me meto, ellos sabrán. Pero la mujer empieza a discutir con un hombre con el que está y Leo está allí pegado a ella, apoyado en su bolso, y yo le llamo. No quiero que esté tan cerca en ese momento.

-Nos vamos a ir.
-¡No!
-Sí, Leo, es tarde ya y me quiero ir a casa. En cuanto Nora baje del tobogán.
-Yo quiero la espada.
-Leo, no te la va a dejar
-¡¿Por qué?!
-Porque no quiere, y nosotros nos vamos.
-Vaaale.

Para nada me creo ese vale. En todo este rato me ha soltado varios gritos, cada vez que yo le negaba la compra de una espada o le decía que nos íbamos a ir. 

Respiro. -Nora, nos vamos a ir. 
-¡No!

Llevo desde las 4 en el parque con ellos, son las 7 casi y veo que empieza la “happy hour” por partida doble. Que me pille en casa, al menos. Después de varios avisos a Nora le digo a Leo (que sigue con la señora esa) que nos vamos ya y cojo a Nora del tobogán. Ella llora (muy fuerte) mientras Leo llora también porque nos vamos (muy fuerte). Una gran salida, por la puerta grande. A nosotros nos gusta así.

De camino a casa le convenzo para hacer una espada con cartón y palos de polo de madera. Aún tiene dos o tres mini berrinches porque cuando está así todo le parece mal y todo se le hace un mundo, pero le gusta la idea. Voy pensando cómo la vamos a hacer por el camino. Cuando llegamos la hacemos mientras Nora me ronda. Le doy a ella unas tijeras para que corte papel y se entretiene en su trona, hasta que veo que se está comiendo el papel. La bajo. Minutos después la subo para darle colores para que dibuje. De vez en cuando se va al estudio donde el papá la entretiene con los instrumentos musicales intentando que no los rompa. La espada está casi.

A Leo le encanta. Se pone a jugar con ella y a tocar con papá y Nora. Yo recojo.

Llega el baño. A regañadientes acceden, porque les dejamos jugar un poco con los cubitos. El momento de lavar el pelo es el peor. Nora está ya en las últimas. Según sale del baño en brazos de papá me empieza a llamar medio llorosa. Lleva así todo el día (¿o toda su vida?). La cojo. Se pone a jugar desnuda en mi regazo. Llega el momento. Hay que ponerle el pañal y el pijama. Da igual cómo lo hagamos, acaba cada noche en berrinche. Y así es hoy también. Llora desesperada, la visto a la fuerza, me cuesta, y ella hipa, diciendo “pishama no, quita el pishama”. Me duelen los oídos. Llora muy fuerte, berrea. Chilla. Está congestionada, alteradísima. Yo también, y el papá. Cansa convivir con una pequeña de dos años que llora y llora y además demanda 800 cosas diferentes en un intervalo de 15 minutos.

Llega la cena. Nora apenas come. Muchas veces es así. Bueno, no lo lucho, eso me da bastante igual. La bajo de la trona. A lavarse los dientes. Leo también. Y otra vez a llorar. Los dos. No quieren. Leo siempre se resiste, llora, protesta, hace huelga. Nora empieza con su “mamá, mamá” llorando y pidiendo brazos, sólo porque me he alejado dos pasos de ella. Yo me enfado, no puedo más, “¡¿pero qué pasa aquí?!, digo. ¡¡Basta ya de llorar!! Voy hacia el baño, el papá se cabrea porque Nora empieza a llamarme como si me hubiera volatilizado de repente, ya no puede con tanto mamá mamá y la coge, la lleva al baño también y empieza él a lavarle los dientes, mientras ella llora y llora reclamándome. Quiere que lo haga yo. Leo ha venido llorando también, se los lavo yo a él. Qué caos y qué dolor de oídos.

El papá dice que no hay cuento, que a la cama ya mismo. Me llevo a Nora a la cama llorando, Leo se va a la suya llorando, no hay besos, no hay buenas noches, no hay nada. Llantos. Los dos se duermen rapidísimo.

De todas formas es habitual que haya llantos al despedirnos de noche. Leo siempre quiere abrazarse con Nora y besarse para darse las buenas noches y ella siempre se niega, sólo le dice adiós y le tira un beso desde la puerta. Leo no lo soporta. Siempre llora.

Madre mía, y ni siquiera ha sido una mala tarde, ha habido ratos en los que han estado entretenidos, sobretodo Leo, que cada vez juega más a su bola y es más sociable.

Pero es que es llorar, y llorar, y llorar...y pedir, y pedir, y pedir... y reclamar a mamá, todo el rato... Y no, no todos los niños son iguales. PARA NADA. Y te pilla un día malo (que tú ni sabías que era malo) con una doble rabieta al cuadrado multiplicada por dos, y...

Que no, que yo no me creo que la gente tenga el tercer hijo después de tener dos como los míos. No me lo trago.

Feliz maternidad... ¿no? ;-)

PD.: Dos días después la espada no le interesaba lo más mínimo, es más, se niega a jugar con ella, dice que ya no le gusta. Esto le pasa muchísimo últimamente, se encapricha con algo hasta la extenuación y en cuanto lo consigue pierde todo su interés. Le estoy empezando a explicar que esto es así; cuando veo que sólo le interesa obtener algo y no ese algo se lo digo. Pero no creáis que se deja convencer... Supongo que aún es difícil de entender para él.

sábado, 16 de mayo de 2015

Un poquito de los dos

Seguimos en la montaña rusa. Ahora bajando, bajando mucho. Hace una semana éramos felices. Hace un día que hemos explotado de nuevo.

No sé hasta qué punto tiene que ver esto con la paternidad. No sé si quiero analizarlo aquí.

Pero sí quiero seguir hablando de ellos, de sus sonrisas, de sus locuras, de sus enfados. De Leo con su seguridad aplastante, con su orgullo, con su “yo quiero ganar el primero”, “yo corro más”, de Nora con su “yo también”, con su “como Leo” y su “yo solita”.

Me parto de risa con ella, me quedo alucinada con él. Hoy no quiero hablar mucho, sólo quiero que respire un poquito el amor de esta familia en el blog.


Amor como éste. Cuando se ponen así, en modo “nos queremos mucho, mirad”, no sabes si reir o llorar de la emoción. :-D 


Miradas como ésta. Nora está más pilla, gamberra, pícara, traviesa... que nunca. Nos trae de cabeza pero es tan, tan graciosa...  Habla por los codos, no suelta el "por qué" de la boca, y por supuesto sigue intensa, intensa hasta querer morirte...


Y de repente tiene momentos como éste. Saca todos los juguetes que están a su alcance y hace composiciones por toda la casa. Se entretiene un ratillo y al menos yo puedo simplemente sentarme a observarla (porque muchas veces tienes que estar ahí, no acepta estar sola). La última vez estábamos en la habitación, quise tumbarme en la cama pero no me dejó; "mamá sentada", decía. Así que sentada, mirando el móvil a escondidas, jaja.


Y aquí el loco de la casa. Su risa es lo mejor, lo mejor del mundo. Bueno, menos cuando le da el ataque en la ducha y su padre no puede seguir lavándole y hay que respirar hondo mucho. ;-)


Está tan mayor... Todo el rato intentando superar retos, todo el rato frustrándose si no lo consigue. Llora mucho, muy fuerte, desobedece mucho, se rebela, le sobra energía por los cuatro costados, no para quieto. Pero a la vez es un niño muy inocente, comparándole con otros de su clase. Es como un niño de 4 años, como lo que es. Hay niños a esa edad que parece que tienen 8, que ya no ven dibujos si no son de superhéroes, que ya no juegan con niñas, que sólo quieren ser futbolistas y se saben los equipos de primera división... Recuerdo una vez que le preguntaron a Leo: ¿y tú de qué equipo eres? Y él me miró diciendo: ¿¿eh??

Leo se pasa el día queriendo ser más fuerte, y dice "mira mamá, mira como tengo la bola" e intenta sacar biceps. Eso lo ha sacado de su abuelo y de Popeye. Bueno, al menos así come espinacas. Eso sí, sólo con los abuelos, misterios de la vida. Después ves a Nora haciendo el gesto y diciendo "mira la bola mamá" y te meas. 

Leo dice que no tiene miedo a nada, pero luego oye una sirena de bomberos muy muy cerca y no se acerca porque le da miedo, y te lo dice sin pudor. Leo hace sólo 3 meses fue a un cumpleaños de un amiguito suyo vestido de princesa rosa. Y cuando se le mete algo en la cabeza le da igual todo lo demás.

Le gustan mucho los juegos de mesa, no se cansa del parchís y la oca. Y jugar a la pelota. Al fútbol, porque ya lo llama así.

Y bailar. Y saltar. Y correr. Le encanta correr. 

Es genial, Leo. Único e indestructible. :-D

Otro día hablo más de Nora, que hoy cumple 28 meses y llenaría hojas y hojas con sus anécdotas...

Feliz maternidad.

viernes, 1 de mayo de 2015

Amor


Nunca he trabajado tanto en mi vida como desde que soy madre.

Mi puesto de trabajo, mi oficina, lo dejé estando embarazada y no volví a aparecer por allí nada más que para firmar los papeles de mi baja después de mi excedencia. Y no he vuelto a trabajar de forma remunerada, apenas unos pocos meses sueltos.

Mi trabajo lo hago desde dentro de mí misma. Analizo mi vida, busco el camino, estudio el suelo para poner mis pies donde el terreno sea más firme. No quiero (ni puedo) hundirme.

La maternidad cambió mi destino, pero no importa, porque era el destino que había querido siempre. La maternidad me puso en mi sitio. Y desde entonces estoy redescubriéndome.

La maternidad ha puesto del revés mi relación de pareja. Nunca he (hemos) tenido que trabajar tanto nuestro amor. La base es buena pero tantos terremotos hacen mella. Trabajamos y trabajamos.

Mis hijos abren caminos en mi mente para que yo reflexione sobre cosas que antes casi no me había planteado. Ellos me iluminan, porque ahora lo veo todo más claro, ahora el sentido de la vida es más fuerte, más profundo y más hermoso. Ellos son el futuro, lo más valioso que tenemos. Hay que trabajar en ellos, por ellos, con ellos.

Nunca me he gustado tanto a mí misma como desde que soy madre. Ahora sé que puedo ser muy útil, luchando desde dentro de este maravilloso universo que es el más humano y esperanzador en el que he estado. El de la infancia.

Nunca me he sentido tan dolida como desde que soy madre. Tan impotente, tan cansada, tan desesperada. Mis hijos forman parte de mí, ellos son una parte de mí y yo una parte de ellos. Tengo que cuidarles, enseñarles, acompañarles. Tengo que estar. Tengo que ser. Trabajar y trabajar. Una responsabilidad gigantesca. Y digo tengo aunque también es quiero, porque es algo inevitable, algo que no podría dejar de hacer, algo más poderoso que yo. Y me dejo llevar por ello, y me gusta.

Nunca he cambiado tanto como desde que soy madre. Soy otra, y jamás volveré a ser la que era antes. Y me encanta haber cambiado y ser la persona que soy ahora, y saber que me quedan muchas cosas que descubrir de mí misma, tantas como etapas que les quedan por vivir a mis hijos. Y más.

Tengo muchas ganas de vivir, de seguir siendo madre, de seguir creciendo, experimentando, luchando y reivindicando. Y sobretodo tengo ganas de seguir amando. Porque nunca, nunca en toda mi vida he amado tanto y de manera tan profunda como desde que soy madre. Y no sólo a mis hijos.


Déjame seguir amándote, construyamos ese suelo firme sobre el cual caminar. Todos juntos, en familia. Nosotros. Ya nunca dejaremos de ser padres, aunque seamos también más cosas. Me siento libre, poderosa, pero también vulnerable y perdida. Me siento en proceso de cambio, quiero llegar más allá. Sé que tú estás construyendo tu camino también. Yo sigo queriendo hacerlo contigo.

Y es cierto, el amor no se divide nunca, se multiplica.

Feliz ma(pa)ternidad.