jueves, 30 de abril de 2015

Sin tregua


Leo ha cumplido 4 años y medio y a veces me parece que tiene 15. Puede que esto lo haya dicho en algún otro post. A las rabietas estoy acostumbrada (lo que no significa que las lleve bien), pero los insultos, malas contestaciones, muestras de desprecio, chulería... son algo relativamente nuevo (relativamente, tampoco os creáis...).

Hace unos días fui a bucarle al colegio. Él salió y se puso a jugar en el patio. Le llamé porque tenía que entrar a hablar con unas profesoras y mi hijo se hacía el sueco descaradamente, miraba impasible cómo su profe y yo le llamábamos: ¡LEEEEOO, VEEEN!

Miré a su profe y dije: “estamos en un plan... buf”. Su respuesta fue: “¿me lo dices o me lo cuentas? ¡Aquí también! Hace lo que quiere, cuando quiere...”

Leo siempre ha sido el niño perfecto en el cole. Bueno, tranquilo, obediente. Que no cambie, me decía su profe. Que menuda panda tengo.

Pues sí. Ha cambiado. En casa el cambio no es tan drástico, él siempre ha sido cañero. En el cole, su profe debe estar flipando. Al menos se lo toma bien. “En algún momento tenía que madurar”, dice. Sí, por desgracia madurar parece que es aprender a decir: “no quiero” con voz desafiante, aprender a pegar, querer ganar en todo, ser el más fuerte, enfadarse por todo, gruñir como un perro encerrado, negar por sistema, hacer de rabiar a su hermana constantemente... Qué bonito es crecer.

Y cuando la empatía aún está en pañales, ¿qué hacemos? Porque yo le digo una y mil veces que no hay que hacer daño a los demás, que hay que respetar a las personas, que me molesta que me conteste así, que si su hermana no quiere un abrazo en ese momento no hay que darlo a la fuerza...

Y creo que no hago nada más que sea productivo. Porque gritar y enfadarse creo que no vale... ¿no?

Se me ocurre también trabajar las emociones, con los cuentos por ejemplo, y con actividades a partir de ellos. Tengo ganas de leerle El monstruo de colores. Ha hecho un taller en el cole sobre ese cuento, lo conoce y trajo a casa la rueda de colores con las emociones escritas. Nuestro reto es verlo todo de color verde. ;-) Pero algunas veces él evita los cuentos donde se habla de rabia y enfado... El otro día en la biblioteca no quiso coger uno que se llama Cuando estoy enfadado y en cambio aceptó Cuando tengo miedo, de la misma colección.

Descrubrí un post de Madre primeriza que se llama ¿Quieres que tu hijo sea un cabrón? Es muy bueno y en los comentarios hay ideas, aunque como siempre, cada niño es un mundo y lo que hace mi hijo no es exactamente lo mismo que lo que hace la hija de Gessamí. Leo lo que hace es hablarnos de forma muy borde, con desprecio, con gritos, y además nos reta mucho. No me lavo los dientes, no recojo, si me dices que no tire más esto yo lo tiro mientras te miro y me río... Me apunto, eso sí, lo de las ideas de bombero y el libro de Cómo hablar para que los niños escuchen. Y cómo escuchar para que los niños hablen.

Una vez más, paciencia. A veces creo que podría no escribir nada más en el blog. Entrada 28: paciencia. Entrada 213: paciencia. Entrada 8.217: paciencia. 


Porque drogas no tenéis, ¿no? :-D

Pues eso, paciencia. ¡Feliz maternidad!

viernes, 10 de abril de 2015

Cosas que dicen... ¡y que hacen! (III)


Sentada en el sofa, de noche, con los niños acostados y rodeada de silencio, abro las notas del móvil. Quiero mirar la de entradas pendientes para el blog, y además mañana vamos a la biblioteca y tengo otra con varios títulos y sus signaturas.

El móvil me dice: “Sin notas. Puntee el icono para crear una”.

Cagüentodo. Eso me pasa por dejárselo a Nora cada mañana para que mire fotos y vídeos mientras yo intento desesperadamente abandonar la posición horizontal.


Hace un par de meses, caminando con Leo después del cole, camino del parque, me dice:

-Mamá, ¿por qué los pájaros vuelan?
-Porque tienen alas.
-¿Y por qué las alas de los pájaros vuelan? ¿Son mágicas?
-No, es que las alas sirven para eso, para volar.
-¿Y nosotros por qué no volamos? Si los brazos parecen alas, ¡mira! Y agita muy fuerte y rápido sus brazos, arriba y abajo, arriba y abajo...

Más de una vez nos ha dicho que a él le gustaría muchísimo volar. Y en el columpio quiere subir hasta el cielo. :-)


Llego a casa de los abuelos, donde han pasado la tarde mis hijos. Le pregunto a Leo qué tal se lo ha pasado; me dice que bien. “¿Y a qué has jugado?”. “Ehhh... ¡a las cartas!”.

La abuela dice: “¿a las cartas? ¡Anda ya, si a las cartas no hemos jugado!”

Pregunto a Nora: “¿a qué habéis jugado, Nora?” Nora piensa, sonríe y dice: “ehhh... ¡¡a las cartas!!” Y se descojona.

Y entonces aparece en escena lo que actualmente es para mis hijos el comodín, el valeparatodo, la palabra mágica, el mejor chiste...

-No, mamá, hemos jugado a... ¡¡¡popopo!!

Sí; popopo. Popopo es el cachondeo padre, una juerga máxima, un éxito seguro. Dices popopo y mis hijos se parten el culo. A veces Leo dice: ¡popopo! Y Nora entonces añade: ¡popopa! Y ya es la repera.

Un ejemplo:

Mamá: Leo, ¿me alcanzas el cuaderno?
Leo: No, mejor... ¡te alcanzo el popopo! (Fuertes risas del propio Leo).

Otro ejemplo:

Mamá: Nora, acábate el yogur, anda.
Leo: Nora, acábate... ¡el popopo! (fuertes risas de Leo y de Nora).

Por supuesto Nora ya controla a la perfección las múltiples acepciones y usos de la palabra. Y se lo pasa pipa con ella y con su hermano. Todo lo que sea hacer el payaso de forma conjunta, en equipo, les va bien.


Es difícil elegir entre estos momentos “popopo” y los de “disco light-cantajuegos nuevos”. Los cantajuegos nuevos son el volúmen 5, no os creáis. Y el momento baile desenfrenado a la par, con cara de concentración los dos y Nora imitando los movimientos y giros de Leo, es para grabarlo (y lo está, claro. Varias veces).


Pequeñas cosas, momentos únicos, situaciones que te hacen sonreir y pensar en lo maravillosos que son tus hijos y en la suerte que tienes de ser testigo de sus vidas. Que hacen que puedas conocerles cada vez mejor y descubrir su esencia.

¡Verles crecer!

Feliz maternidad.