Leo ha cumplido 4 años y
medio y a veces me parece que tiene 15. Puede que esto lo haya dicho
en algún otro post. A las rabietas estoy acostumbrada (lo que no
significa que las lleve bien), pero los insultos, malas
contestaciones, muestras de desprecio, chulería... son algo
relativamente nuevo (relativamente, tampoco os creáis...).
Hace unos días fui a
bucarle al colegio. Él salió y se puso a jugar en el patio. Le
llamé porque tenía que entrar a hablar con unas profesoras y mi
hijo se hacía el sueco descaradamente, miraba impasible cómo su
profe y yo le llamábamos: ¡LEEEEOO, VEEEN!
Miré a su profe y dije:
“estamos en un plan... buf”. Su respuesta fue: “¿me lo dices o
me lo cuentas? ¡Aquí también! Hace lo que quiere, cuando
quiere...”
Leo siempre ha sido el
niño perfecto en el cole. Bueno, tranquilo, obediente. Que no
cambie, me decía su profe. Que menuda panda tengo.
Pues sí. Ha cambiado. En
casa el cambio no es tan drástico, él siempre ha sido cañero. En
el cole, su profe debe estar flipando. Al menos se lo toma bien. “En
algún momento tenía que madurar”, dice. Sí, por desgracia
madurar parece que es aprender a decir: “no quiero” con voz
desafiante, aprender a pegar, querer ganar en todo, ser el más
fuerte, enfadarse por todo, gruñir como un perro encerrado, negar
por sistema, hacer de rabiar a su hermana constantemente... Qué
bonito es crecer.
Y cuando la empatía aún
está en pañales, ¿qué hacemos? Porque yo le digo una y mil veces
que no hay que hacer daño a los demás, que hay que respetar a las
personas, que me molesta que me conteste así, que si su hermana no
quiere un abrazo en ese momento no hay que darlo a la fuerza...
Y creo que no hago nada
más que sea productivo. Porque gritar y enfadarse creo que no
vale... ¿no?
Se me ocurre también
trabajar las emociones, con los cuentos por ejemplo, y con
actividades a partir de ellos. Tengo ganas de leerle El monstruo de colores. Ha hecho un taller en el cole sobre ese cuento, lo conoce y trajo a casa la rueda de colores con las emociones escritas. Nuestro reto es verlo todo de color verde. ;-) Pero algunas veces él evita los cuentos donde se
habla de rabia y enfado... El otro día en la biblioteca no quiso
coger uno que se llama Cuando estoy enfadado y en cambio
aceptó Cuando tengo miedo, de la misma colección.
Descrubrí un post de Madre primeriza que se llama ¿Quieres que tu hijo sea un cabrón? Es muy bueno y en los comentarios hay ideas,
aunque como siempre, cada niño es un mundo y lo que hace mi hijo no
es exactamente lo mismo que lo que hace la hija de Gessamí. Leo lo
que hace es hablarnos de forma muy borde, con desprecio, con gritos,
y además nos reta mucho. No me lavo los dientes, no recojo, si me
dices que no tire más esto yo lo tiro mientras te miro y me río...
Me apunto, eso sí, lo de las ideas de bombero y el libro de Cómo hablar para que los niños escuchen. Y cómo escuchar para que los niños hablen.
Una vez más, paciencia.
A veces creo que podría no escribir nada más en el blog. Entrada
28: paciencia. Entrada 213: paciencia. Entrada 8.217: paciencia.
Porque drogas no tenéis,
¿no? :-D
Pues eso, paciencia.
¡Feliz maternidad!