miércoles, 24 de agosto de 2016

Verano y reflexiones


















Verano de luz, de sol. Verano de alegrías, de calma, de paz.

Tardes oscuras, persianas bajadas y ventiladores girando. La hora de la tele y de la siesta. Y del parchís a veces.

Tardes de piscina, de saltos, de giros, de hacerse anchos. De juegos.

Tardes de playa. De amigos.

Tardes de pueblo, de bicis, de perros, gallinas, de familia y de rosquillas. De regar el huerto y de pantano.

Tardes y noches de amor.

Este verano registramos una bajada al hoyo. Sólo una, sola, perdida... Quizá me equivoqué y el 2016 no va a ser lo que yo creía que sería.

Y en medio de todo esto, peleas, gritos, hastío, enfados... Porque la crianza se hace complicada según crecen. Porque Leo tiene casi 6 años y Nora 3 años y medio y se hacen complejos, independientes, ya no basta con brazos y teta y contacto. Hace tanto de eso ya...

Hablo con amigas en la misma situación que yo. La crianza agota, la paciencia se acaba, y surgen frases como “ya no me apetece jugar con ellos”, “quiero tiempo para mí”, “ese enamoramiento parece que ha desaparecido”, “ya no siento que soy respetuosa con ellos”...

Me alivia ver que no soy la única. Me da fuerzas y me hace sentir acompañada. Rodeada, protegida, siendo parte de algo, perteneciendo a una realidad común. Ver que sigue teniendo sentido todo, que las cosas son así, o pueden serlo al menos, y que hay que buscar soluciones y estrategias desde la tranquilidad de saber que es normal, habitual, que no nos pasa nada raro u horrible...

Durante los dos primeros años de mi maternidad estuve volcada en mi hijo, absolutamente feliz porque hacía lo que quería en cada momento, que en mi caso era estar con él, vivir a su ritmo, acompañarle. Luego llegó Nora y poco antes de que naciera yo había empezado a sentir la necesidad de hacer otras cosas, quedar, salir, leer, estar a solas conmigo misma, simplemente pensar o hablar de otros temas... Era el fin de mi primer puerperio pero llegaba otro achuchando por detrás, y nació Nora y me encontré viviendo ese enamoramiento, esa dedicación y entrega maravillosas junto a un niño de 2 años que me descolocaba en numerosos momentos y por el que sufría muchísimo, y además notando esa nueva necesidad de mí misma que quedó latente... Y eso chocaba frontalmente con los sentimientos cargados de oxitocina de mi segunda maternidad.

Ahora son ya dos niños, ya no hay bebés y yo he dejado salir a esa mujer nueva, esa que lee novelas, que sale, que busca su propio espacio.

Y a la vez empiezo un momento muy complicado en mi maternidad. Educar, convivir, guiar a un niño de 6 años ¡6 años! Con las ideas muy claras, con capaciadad para discutir, razonar (a su manera), tirándose de cabeza al mundo exterior.

Y sin poder evitarlo, siento que no le acompaño correctamente. La culpa de nuevo acecha y te sientes mal por tener ganas de estar a solas con tu pareja, por estar cansada ya de jugar con él, por desear que sea menos dependiente de ti. Y ves cómo arrastras a la pequeña en todo esto, y sabes que si ella estuviera sola las cosas serían muy distintas, nuestros ritmos más lentos. Pero la hacemos correr.

Sé que esto forma parte de su crecimiento y de nuestra evolución como familia. Sé que no es malo. Pero hay que coger fuerzas para lo que viene y a veces parece que al no estar metida tan de lleno en el “mundo de la maternidad” a todas horas, cuesta más (que se lo digan al blog...). Tengo que aprender a soltar cuerda sin miedo y a estrechar el espacio cuando hace falta sin pereza. Sobretodo tengo que aprender a disfrutarlo como disfrutaba de las noches de teta y los días de brazos sin parar. Sin resistencia.

Empieza un curso interesante, Leo entra en primaria, Nora entra en el cole, el invierno acecha sin remedio y habrá que hacer frente a nuevos retos. Cogeré mucha energía del sol, de los días sin horas y de la felicidad del verano. Todavía queda ;-)


¡Feliz maternidad y a disfrutar!

martes, 3 de mayo de 2016

Momentos de juego en primavera...

Empezamos con frío...


 jugando en los parques.


 Los columpios...


Mamá, ¿me pintas la cara?

 

Mañanas al sol al salir de la pequeteca.


 Y más mañanas al sol, con las bicis...


Y tardes en familia, con la pelota...

 

El sol me regenera y me salva, ¡¡me alimenta!!

Ahora no estoy con muchas ganas de escribir, pero de repente me ha apetecido dejar estos trocitos de felicidad. Por aquí seguimos, los 4, amándonos y sobreviviendo, sin dejar de aprender.

Feliz maternidad. :-)



lunes, 29 de febrero de 2016

Sombras

 

Cada vez leo más frases (por ahí, por las redes sociales, por blogs, por los wassaps de amigas...) que relacionan la maternidad con la pérdida de la cordura. Hay algo en ser madre, en nadar en las aguas más profundas de la maternidad, que te hace volverte loca, perder el control, explotar en mil emociones encontradas (en realidad en tres o cuatro). 

No todas las madres sienten esto... creo yo. Me da la impresión de que esto sólo pasa cuando te has dejado llevar, cuando no has hecho caso a esa manida frase que dice que no permitas que un hijo te cambie la vida...

El amor que siento es muchas veces parecido a ese amor de adolescente arrebatada, es de ese que duele, del que te hace llorar... y del que te hace sentir que ahora sí, tu vida tiene sentido. 

Ese amor realmente es un poco mentira, pero cuando lo experimentas por un hijo es diferente. Porque los niños son mágicos, sinceros, extraordinarios y siempre perdonan, y siempre olvidan, y aman de manera incondicional... como ningún adulto sabe hacer.

Últimamente mi hijo me duele demasiado. Me hace perder demasiado la cordura. Temo tanto por él... Tengo miedo a que no sea lo que yo quiero que sea, y quiero que sea eso que yo creo que es lo mejor para que nadie le haga daño y para que pueda ser feliz. 

Ahora tiene más recursos para desobedecer, contestar... Ahora se enfada mejor, tiene más frases lapidarias... Ahora se rebela más y a mí se me remueven todos mis cimientos... 

¿Qué hacer? 

Es puro impulso, pura pasión, ¿y cómo enseñarle que a veces es mejor contenerse, que a veces hay que respirar hondo tres veces? ¿Que no es tan importante? ¿Que esas emociones desatadas, libres, son dañinas para los demás porque provocan acciones dañinas? ¿Qué hago cuando pegue a su hermana, cuando nos conteste sin ningún respeto? Todo mi ser me empuja a "enseñarle", a "educarle", a repetirle que eso está mal. 

Pero eso no sirve. Al menos no en él. Al menos no todavía.

Me enfado, me enfado mucho, le pido que obedezca, pero no lo hace... no lo hace nunca.

Así no le ayudo. 

Intuyo lo que necesita.

Más amor. Más atención. Más exclusividad. 

Más libertad. Más entretenimiento, más motivación.

¿Pero cómo dárselo cuando yo estoy bajo mínimos, sin reservas?

Más calma. Más paciencia. Más respeto.

Tengo que recordarme a mí misma: no gritar, no perder los nervios, no trasladar mis miedos, no reflejar en él mis inseguridades... No devolverle eso que me remueve por dentro con sus actos, porque sus actos son suyos, son presente y son inocentes. Eso me repito.

Es pequeño y no quiero enseñarle ya a tragar, a esconderse, pero me gustaría tener la certeza de que aprenderá a sentir empatía, de que respetará a los demás en el futuro.

A veces veo muy claro que no es capaz, y que le presionamos y hacemos que se frustre. A veces pienso "¡pobre!", y me compadezco realmente de él. 

Sólo quiero darle amor... pero a veces me siento vacía y sólo quiero huir, que nadie me necesite. 

Sólo me pasa con él, con ella no. Sé que él es especial. Él despierta mis sombras y ella mi luz... 

Mi niño. Mi niño intenso, mi niño insondable, mi niño-opuesto... Te quiero tanto.


sábado, 23 de enero de 2016

El baúl de los disfraces


Uno de los mejores regalos que hicimos a los peques. Un regalo para los dos, barato, útil y que se renueva y amplía continuamente. Nada como una visita a los chinos, un tupper bien grande y una pequeña búsqueda en armarios y cajones...  ¡Os dejo con un año de disfraces de Nora, como homenaje a sus tres años recién cumplidos!


Ésta es de ayer mismo. Ratitos breves de complicidad entre hermanos que molan un montón. :-)


El día que cumplió 2 años. ¡Cómo ha cambiado!


Este modelito no sale del baúl de disfraces, pero me encantó cómo le quedó la combinación de complementos. :-D Es de abril del año pasado.


¡Cómo les gusta ponerse las zapatillas de papá y mamá! 


Zíngara-pirata de dos años y medio con varita de mago y calza de enanito de Blancanieves, que fue el disfraz de su hermano en su primer carnaval del cole.


Outfit original creado por el padre de la criatura. ¡Otoño rockero! 


Ésta es de diciembre...

 

...y por último, nuestra payasita en acción hace menos de una semana. Ella sola eligió cada cosa y me pidió que le atara el pañuelo de la cabeza y el de la cintura. 


Y después de esto sólo me queda decir... ¡feliz maternidad! ;-)


viernes, 15 de enero de 2016

Cosas que dicen, que hacen... y que me hacen seguir a mí (IV)

 

En estos meses sin escribir mis hijos han evolucionado mucho. Leo ha cumplido 5 años y hace muchas cosas “de mayores”. Gestos, ironías, registros de voz... Comparte mucho más lo que le pasa, sobretodo en el colegio, y también lo que piensa, lo que se le viene a la cabeza de repente. Además está avanzando mucho en lo social, ahora juega mucho con sus compañeros en el cole y tiene preferencias por ciertos niños, con los que está casi siempre en el recreo. Si vamos al parque por la tarde y se encuentra con algún niño o niña de su clase se pone muy contento y enseguida se va a jugar con él o ella. Y con los hijos de mis amigas está más suelto, más resolutivo, con mucha más iniciativa. El otro día estuvimos con una amiga mía y su hijo, y esta amiga había quedado con otras tres que tienen hijos también, a los que Leo apenas conoce. Pues estuvo jugando tan feliz toda la tarde, sin miedos ni vergüenzas. Yo sonreía cuando le oía llamar feliz a uno de esos niños a los que ha visto tres veces en su vida, gritando para que fuera a continuar el juego con los demás.

Me pasó también con otra amiga que tiene dos niñas de la edad de mis hijos. Su hija mayor y Leo son tímidos, reservados... y jamás habían jugado juntos cuando habíamos quedado. Estas navidades alucinábamos las dos al verles partiéndose de risa en casa, interactuando, hablando entre ellos y jugando también con las hermanas pequeñas. ¡Es maravilloso verles así!

Nora ha crecido también mucho. Habla y conversa como una abuelilla a veces, tiene mucha picardía e intenta conseguir todo lo que quiere utilizando la palabra. Si no quiere ir a la ducha se inventa cualquier historia absurda mientras te dice: espeeera mamá, que aún no he terminado de hablar. Te quiero contar una cosa, ¿no te das cuenta? Es queeee.... el cielo es azul, y entoooonceeesss.... yo estaba en el salón, y entooonceees... tú venías, y entooooncesss... Leo cogió un muñeco mañana y entonceees... y así hasta el infinito o hasta que la pobre acaba llorando porque la tengo que cortar y llevarla en volandas, ains.

Sigue imitando en todo a Leo, en gestos, en frases y en acciones. ¡Y se llevan como el perro y el gato! Casi no juegan juntos, y cuando lo hacen es durante muy poco tiempo y a cosas muy brutas que suelen acabar con alguno de los dos llorando. A veces voy de un lado a otro del salón porque los dos me reclaman continuamente en sus juegos.

Nora me dice mucho que me quiere, y si me voy un rato, cuando vuelvo salta de alegría y se abraza a mis piernas y dice sonriendo: "¡mamá, creía que no ibas a volver nunca!" o "mamá, me alegro de que estés aquí" (bueno, también lo hace cuando he ido al baño). Es un poco desesperante porque su necesidad de mí parece que es cada vez más grande. Me dice que me quiere porque soy muy guapa, ¡y me coge la cara con sus manitas y me lo dice mirándome a los ojos! Para comérsela... :-)

Para muestra, una conversación hoy en el coche, yo con ellos volviendo de casa de los abuelos:

Leo: ¡¡mamá, mañana es viernes, tenemos que hacer la corona para el cumpleaños de Nora!! (el sábado cumple tres años).
Yo: sí, mañana lo hacemos, pero Leo, recuerda que es una sorpresa para Nora (Nora está en la silla a su lado y no hace ningún comentario, a saber si nos está prestando atención o está en su mundo de fantasía lleno de mamás y bebés en el que vive 16 horas al día).
Leo: pero mamá, ¿¿cómo vamos a hacerla sin que se entere, si Nora quiere estar todo el rato con mamá??
Yo: ya encontraremos la manera hijo, no te preocupes... (glups, ¡jajaja!).

Ahora podemos charlar mucho con él, mola mucho tener conversaciones con tu hijo en las que él te explica algo que siente, algo que se le ha ocurrido, algo que le pasa... Y pregunta mucho, quiere una explicación sobre todo.

Y me hace mucha gracia comprobar que esto existe, y su forma de expresarse tan adulta, junto a los tiempos verbales mal utilizados o las palabras mal dichas aún, como por ejemplo “amelojor” en vez de “a lo mejor”.

De este verano tengo un par de mini conversaciones que merecen la pena:

-Leo, por qué no quieres darle un beso a Nora?
-Porque no.
-Eso no es una razón, será por algo por lo que no quieres.
-Porque no.
-¿Pero por qué no quieres decírnoslo? A ver, danos una razón.
-¡Que no es que no quiera decírtelo, es que no sé lo que son las razones!

El monstruo de colores, leyéndoselo a Leo:

-y tú, ¿cuándo estás contento?
-cuando Nora me da un beso, cuando Nora me da un abrazo... y ya no se me ocurre más.

-y cuándo estás triste, ¿qué te pone triste?
-cuando Nora no me da un beso ni me abraza.

-¿y cuándo estás muy enfadado? ¿Qué te hace enfadarte?
-cuando Nora me pega.

-¿y cuándo estás en calma?
-cuando juego.

-¿y cuándo sientes amor?
-¡cuando te quiero! :-)

En el metro:

-mamá, ¿qué pone ahí? (ahora ya no me lo preguntaría, ¡lo leería él!)
-dirección Paco de Lucía. Es que Paco de Lucía era... bla bla bla... muy famoso y tocaba muy muy bien la guitarra y por eso pusieron su nombre a una estación.
-¿y no le dieron una copa?

Nora (jugando con una cuerda a punto de rasgarse): la cuerda está triste.
Yo: ¿Por qué?
Nora: porque se ha convertido en dos...

Y así miles de ocurrencias, razonamientos fantásticos, originales, sinceros y lógicos como ellos solos y llenos de magia. Ahora los hay continuamente, por parte de los dos, como cuando este verano me dijo Leo: “sí, voy dejar que se gaste el tiempo”, porque no quería ir a ver a los bisabuelos y yo le había dicho que teníamos que irnos ya y le dije a mi madre “ahí está, perdiendo el tiempo”.


Y ¿sabéis otra cosa que me dice mucho Nora? Que ella quiere un hermanito pequeño, así de pequeñito (juntando mucho sus manitas) para cuidarlo mucho. Y yo la pregunto si es que no le gusta tener un hermano mayor, y me dice que no, que uno muy pequeñito muy pequeñito, que los mayores no le gustan...

Y a mí me entra una nostalgia... ;-)

Feliz maternidad, encantada de estar de vuelta. 


jueves, 7 de enero de 2016

Vuelta

 

 Cuatro meses y casi dos semanas. Parece más tiempo.

Reviso las entradas de 2015. Y sí, puedo verlo.

No sé si este blog continuará, se transformará o se cerrará para siempre. No sé ni lo que voy a escribir mientras escribo estas líneas.

Leo tiene ya 5 años. Nora cumple 3 en una semana. 

Él ya es mayor, un niño pequeño mayor. Ya está almacenando sus primeros recuerdos, los que perdurarán en su cerebro toda su vida y adornarán la visión de su infancia. Da miedo. Ya recuerda, ya lee, ya entiende... Ya todo. Sus emociones se siguen agolpando dentro de él luchando por salir violentas y veloces, y nos llenan de gritos y de ira y de llantos y de caos. Aprender a aislar lo que eso nos provoca a nosotros como padres no es fácil. Mantener la calma y no dejarnos llevar, reconocernos delante del terremoto de cada día es duro. 

Ha habido momentos de duda y de miedo que hemos solventado de momento. Creo que sé lo que mi hijo necesita. Nuestro tiempo, nuestra atención, sentirse importante, felicidad a su alrededor, libertad y poder. Mucha atención, mucha libertad y mucho poder. Mucho espacio para soltar ese vendaval emocional que lleva consigo. Es un niño movido, sí. Movido e introvertido, nervioso e inseguro. Necesita correr y tiene todo el rato miedo de caerse. Supongo que no es fácil ser Leo. 

Está aprendiendo a frustrarse, poco a poco, poco a poco... Algunos tardan toda una vida. Él tiene tiempo aún de coger carrerilla y ponerse el primero. Y de dejar esas rabietas que nos vuelven locos a todos. Hay tiempo. 

Nora es Nora sin Leo y Nora con Leo. A su lado es otro terremoto, pelea, lucha por ser como él. Sin él juega con sus clics y sus muñecas durante largos ratos de tranquilidad. Nora chilla y quiere imponer su voluntad a cada momento, sus rabietas desesperan y siente la misma adicción por mamá que su hermano. Ella es bastante más sociable y calmada, aunque aún existe muy en base a Leo. Ella habla y se ríe con más... cómo decirlo... espontaneidad, ella es más clara, más sencilla, más transparente. Tiene menos sombras y matices.

Y entre luces y sombras (muchas, muchas sombras) hemos llegado al final del 2015, mi sexto año como madre, el más difícil. Creo que desde el 2010 cada año ha ido siendo más convulso, precipitado, complejo. 

Y no, no es por ellos. No. Es sobretodo por nosotros, por la senda que hemos escogido, por nuestra incapacidad de avanzar. Por resistirnos a disfrutar del paisaje. Por la culpa, la puta culpa y las falsas expectativas.

El 2016 no pinta bien. Es lo que hay.

Yo guardo la fé, tú encuentra el milagro.